Así nos pilla esta sexta ola de la pandemia: sin eso deberes que anunciaron nuestros políticos que iban a acometer a los pocos meses de desatarse el coronavirus cuando la angustia les hacía subir y bajar la epiglotis alocadamente fruto del nerviosismo que les provocaba la incompetencia.

Tras veintiún meses y olas del tamaño de la mítica de Mundaka seguimos sin contar con una industria estratégica sanitaria que nos abastezca de lo más urgente para evitar lo que se vivió con mascarillas o respiradores. Dicen que han empezado ahora a estudiar una futura ley

Tampoco se ha materializado la anunciada Ley de Salud Pública que delimite competencias estatales y autonómicas, establezca los protocolos a seguir y aclare los derechos y deberes de los ciudadanos.

Salvo los parches coyunturales cuando agobia el nudo de la corbata, el compromiso de una Sanidad pública bien planificada en el estadio de la Atención Primaria, tan crucial para no descomponer la asistencia de urgencias y hospitalaria, quedó en eso, en compromiso.

¡Claro que de haber actuado en todos esos ámbitos no nos hubiera salvado de esta variante ómicron! Pero las condiciones para afrontarla hubieran sido otras. Sobre todo, pensando en esos profesionales a los que dejamos de aplaudir desde los balcones un domingo de mayo de 2020 y a los que ahora incluso les llueven las críticas y hasta los insultos, como ocurrió en Cáceres hace unos días.

¿Alguien se cree que obligando a llevar la mascarilla en la calle se controlará la expansión del coronavirus? La llevamos de nuevo en exteriores y nos la quitamos en el interior de un restaurante para comer y beber mientras elevamos la voz para entendernos entre el ruido ambiente del local.

Entre esa medida estética y poco útil y el encerrarnos en casa por el ‘artículo 33’ como se hizo en abril del año pasado hay otras medidas más eficaces: el pasaporte covid en todos los ámbitos públicos, incluido el laboral, y la vacunación obligatoria mediante la correspondiente modificación legislativa como se hará en febrero en Austria y Alemania.

Es paradójico, como cuenta la neumóloga Laura Tomás que aquellos que rechazan el suero, luego en el hospital ya infectados, no pregunten por los efectos secundarios del tocilizumab con el que se les trata ni duden por lo novedoso del tratamiento.

Las medidas expeditivas requieren decisiones valientes que exigen olvidarse del rédito político. ¿Hay alguien que se atreva a hacer la tarea pendiente sin pensar en votos?