Al presentar esta semana mi carné de identidad con el fin de alquilar un coche en la estación de Sants en Barcelona, la empleada se apercibió de que la dirección estaba mal escrita. Yo aseguraba que vivía en Molina y allí aparecía escrito Cartagena. En concreto, la calle estaba bien, la urbanización (que yo creo que es una entidad no oficial), también, pero en el espacio correspondiente al municipio, el probo funcionario había escrito Cartagena en lugar de Molina de Segura. Es hasta cierto punto comprensible, porque ese era el municipio de la residencia que figuraba en mi anterior documento. Una pena, porque me hacía cierta ilusión tener un DNI con mi residencia actualizaba conforme a mi empadronamiento de hace décadas. Estaba harto de tener que explicar que Rambla de Benipila en Cartagena era el domicilio en el que tuvimos a nuestras dos hijas. Con la segunda ya tenemos tres nietos en Londres. Debido al error del funcionario en cuestión, voy a tener que dar explicaciones otra vez del porqué la dirección que figura en el DNI no se corresponde con la realidad. Afortunadamente, el novio de la empleada del rentacar era de Lorca, así que aprovechamos el entuerto para sellar una cierta camaradería, que siempre viene bien por si acaso.

Para poder cambiar el domicilio en el DNI, previamente tuve que conseguir el certificado de empadronamiento para aportarlo al funcionario encargado de rellenar los formularios (muy amable y diligente, por cierto). Debemos agradecer infinito que el certificado pueda ser obtenido online con la firma digital, si la has tramitado previamente. El problema es que no ha tenido bemoles hasta ahora para hacer que la firma digital funcione en mi Mac, por problemas de incompatibilidad del sistema operativo, parece ser. O sea, que tengo que depender de mi asesoría para que me saque cualquier papel de la Administración si no quiero caer en el bajón mental que produce la incapacidad de hacer que una web oficial funcione correctamente. Por lo visto, el millón de funcionarios administrativos que hay en España no han tomado conciencia de que al menos un 15% de sus usuarios trabajan en un sistema operativo diferente a Windows.

El funcionamiento de la Administración en estas últimas décadas ha progresado notablemente con la informatización de grandes partes del sistema, y la mejora notable del comportamiento de los funcionarios que tienen contacto con el público. Ahora, cada vez más, te sientes un cliente de un servicio. Antes te sentías como una molesta mota de polvo en el zapato del funcionario. Supongo que ha influido la formación que reciben estos funcionarios, exactamente los que trabajan en la parte más tediosa de la Administración, pasando papeles y atendiendo a los ciudadanos.

En un momento determinado, recuerdo a los políticos anunciando como la revolución definitiva el hecho de que no se pediría a ningún ciudadano ningún papel que acreditara una información que ya estuviera en poder de cualquier órgano de la Administración. Esa reiterada promesa se ha convertido en un reiterado incumplimiento. Cada vez que necesito algo de una parte de la Administración (renovar el DNI en la Policía, por ejemplo) tengo que aportar certificados variopintos que posee otra parte de la Administración pública, como un Ayuntamiento, como en el caso del certificado del empadronamiento. La gran excusa (o razón, porque no culpo al funcionario de turno) es la Ley General de Privacidad de Datos. Con la Iglesia hemos topado, mi querido Sancho. El hecho es para tratar con la misma Administración pública, necesitas tres carnés: el de conducir para Tráfico, el de Sanidad para el Sistema de Salud y el DNI para todo. Y si necesitas salir de Shengen, un pasaporte.

Me temo que es más una excusa que una razón. Y eso porque creo más probable que la Administración esté aún ahíta de las inversiones necesarias para su modernización, lo cual explicaría la mayor parte de las ineficiencias. Todo por falta de voluntad política y de presupuestos. Exactamente la voluntad y la inversión necesaria para mejorar un parque y un sistema informático obsoleto. Esa es la razón que alguien me dio para explicar cómo todo un El Corte Inglés sigue exhibiendo esas pantallas de diseño casposo en sus terminales de Caja. Fue un sistema pionero que es muy complicado cambiar por su envergadura. Nunca se encuentra un momento. Por eso la competencia les gana la mano en cuanto avance se introduce en el mercado y que necesite un soporte tecnológico actualizado, que son todos. Tampoco me lo creo, teniendo como tengo la experiencia de contrastar una Administración, la británica, como la española.

Como ya he dicho, una de mis hijas reside en Londres. No soy especialmente probritánico, pero resulta alucinante lo bien que funciona cualquier parte de la burocracia administrativa de aquel país comparado con el nuestro. Baste decir que me hija tuvo que renunciar al matrimonio civil español porque no fue capaz de reunir los documentos necesarios para implementarlo. Si metes en cualquier ecuación burocrática al consulado español en Londres, date literalmente por jodido.

Y es verdad que la cosa se agrava teniendo en cuenta las limitaciones de la ley de protección de datos europea, que es demencial. Con la buena intención de proteger la privacidad, lo que hace es poner ruedas en el funcionamiento general de la burocracia pública y la relación privada de las empresas con sus usuarios. La cosa estaba chunga, y con la última ley europea, parió la abuela. Y todo porque se confunde lamentablemente la privacidad de los datos personales con los derechos individuales que un Estado democrático debe respetar escrupulosamente. Si no conseguimos separar ambos conceptos, estamos dando una ventaja inconmensurable a los países autoritarios como China, que no dudan en invadir la privacidad de sus ciudadanos para aumentar la adquisición de datos (el petróleo del futuro) y mejorar así sus sistemas de inteligencia artificial, en la que está tomando una inalcanzable ventaja. Esa mejora beneficiará la eficacia en la gestión china de lo público en muchas ocasiones. En otras, lamentablemente, servirá para controlar mejor a los ciudadanos y privarles de sus derechos.

Pero el problema no está en amasar datos individuales para mejorar. El problema es qué se hace con esos datos. A cambio de tener nuestros datos protegidos, los ciudadanos de Occidente estamos condenados a sostener una Administración ineficiente, sobre todo en países con una burocracia tan obsoleta como la nuestra.