Síguenos en redes sociales:

Lo veo así

Pity Alarcón

Típica mujer progresista

De la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, todos y todas las periodistas, hemos destacado su saber estar, su sentido común, su capacidad de dialogo, de liderazgo. Y todo ello ha debido de influir para colocarla en lo más alto en la valoración que hacen los españoles de los políticos de uno y otro signo.

Se ha ido creando de ella una imagen de mujer moderna, elegante, consecuente con sus ideas y respetuosa con sus adversarios. Muy de agradecer, teniendo en cuenta el nivel que a veces observamos en el Parlamento español donde, en los últimos tiempos, no sobran las buenas formas. Todo esto es cierto, pero en los últimos días han ocurrido algunas cosas que nos hacen pensar que, posiblemente, una cosa es estar un poco en la sombra, haciendo el papel agradable (lo desagradable corría a cargo del entonces vicepresidente Pablo Iglesias) y otra muy distinta es tener que estar en primera línea ejerciendo el poder y forjando, a la vez, una imagen de cara a las elecciones. Y quizás la compatibilidad de ambas cosas no sea muy fácil de casar. 

Lo cierto es que, como digo, en los últimos días se ha pasado de frenada en su deseo de protagonismo y no sabemos si, pretendiéndolo o no, ha desbarrado bastante, porque no es de recibo que el mismo día en que el Gobierno del que ella forma parte como vicepresidenta, podía presumir de haber conseguido un doble récord de caída del paro (baja en 74.381 personas, la mayor bajada de la serie en un mes de noviembre, y se amplía a nueve meses el periodo acumulado de descensos, situándose en las 3.182.687 personas, la cifra más baja en un mes de noviembre desde 2008), ella aguara la fiesta, mitigando el eco de esos datos con el ruido producido por sus inoportunas declaraciones en un medio digital, en las que presumía de haber previsto lo que ocurriría con el covid-19. «El 15 de febrero, como ya la pandemia azotaba fuertemente a Italia, convoqué a mi equipo porque tenía la convicción de que Italia es España y, por tanto, teníamos la necesidad de desplegar un montón de medidas porque veíamos lo que iba a pasar», «tanto fue así, que el 4 de marzo presenté una guía que fue enormemente polémica en el Gobierno y también fuera, se me acusó de ser una alarmista... en fin. Esto fue en la antesala del 8 de marzo».

Y bueno, no dudo de que fuese verdad (ella no asistió a la manifestación del 8M), pero creo que no era el momento de salir a presumir de estas cosas, y es que da la sensación de que está desatada en ese aparecer en los medios, en ese hacer declaraciones constantemente, algo no muy bueno para alguien con tan alta responsabilidad en el Gobierno, porque una excesiva exposición puede ser contraproducente, sobre todo si no se miden las consecuencias. 

Y no parece que lo esté haciendo cuando, en la misma semana, aparece en la revista de un medio impreso ocupando la portada de la misma, elegantemente vestida en cuero negro y diciendo que «no soy la típica mujer progresista», dejándonos en la duda de cómo son las mujeres progresistas ¿Qué ha querido decir? Porque en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros prefirió esquivar esta cuestión, decidiendo no contestar: «Gracias por la pregunta, pero creo que no compete que le responda a la misma. Me va a permitir que se lo diga con toda la cortesía», pues nos quedamos en un sinvivir por saber como es ‘una típica mujer progresista’. 

Hemos de comprender que debe de producir un subido de autoestima figurar en una lista en la que aparecen la reina Letizia y Ana Patricia Botín, entre otros nombres ilustres, y que tu foto sea la elegida para ocupar la portada: quizás se esperaba de ella que le diera menos importancia a estas cosas. Pero esto debe de ser tan importante que hasta ella ha perdido el oremus, o lo parece con eso de ‘la típica mujer progresista’. 

Pulsa para ver más contenido para ti