Òmicron es algo más que una variante del covid que contiene treinta mutaciones peligrosas. Es un símbolo del mundo en el que vivimos: injusto, desigual y estúpido. Somos una especie animal que galopa hacia la extinción. No nos matarán los virus, el cambio climático o una guerra nuclear, lo hará un sistema depredador basado en ganar dinero a espuertas a corto plazo sin importar los medios y las consecuencias. 

La vacunación avanza en la UE con cuatro países destacados en la pauta completa: Portugal, Malta, Islandia y España. Israel encabeza la lista de los que están suministrando la tercera dosis (43,9%). No solo es un asunto de salud. Mientras que el virus siga en circulación, no importa bajo qué letra del alfabeto griego, no habrá salida de la crisis. Las dificultades del comercio generarán carestía de productos, y la escasez, real o imaginaria, provocará inflación.

En el mapamundi de vacunación existe un agujero: África, un continente del que apenas se informa más allá de la migración, un cliché que esconde nuestra implicación en las guerras que padecen y en la explotación de sus riquezas. Es falso que sean una amenaza para la seguridad. Nueve de cada diez subsaharianos que migran lo hacen dentro de África. Solo un 10% asume el riesgo de intentar llegar a Europa a través de Sáhara y el Mediterráneo. 

En la África ignorada por las vacunas se distinguen tres categorías: Magreb (con Marruecos y Túnez con el 65,6% y 51,2% de vacunados, respectivamente); Botsuana, un paraíso turístico (36,8%), y el resto. La República Democrática de Congo (víctima de guerras, talas, minería salvaje y enfermedades como el Ébola) podría ser vivero de nuevas variantes del covid. Quintuplica el tamaño de España, pero solo está vacunado el 0,1%. 

En Sudáfrica, el país al que hemos endosado la paternidad de la ómicron por ser el primero en advertir de su existencia, está vacunado el 28%. Los datos de su gravedad en este país no nos sirven para saber si estamos ante una emergencia mundial o en medio de una histeria porque el 20% de sus adultos tiene sida. Son inmunodeprimidos. Da igual que en Occidente nos pongamos la tercera vacuna, o una cuarta en primavera adaptada a ómicron, si los países más pobres aún siguen abandonados a su suerte. El virus trata de sobrevivir a través de los no vacunados. Ellos son los principales transmisores. 

Negocio farmacéutico. No habrá seguridad global sin solidaridad sanitaria, bien a través de un reparto masivo de vacunas o por la suspensión de las patentes. Estos días se escucha mucho a las farmacéuticas. No deberíamos olvidar que para ellos esto es un negocio, no un acto humanitario. Somos su mercado cautivo. El miedo multiplica sus beneficios.  

Además del problema de la distribución en África, la ciencia se enfrenta a un triple obstáculo: los bulos, las supersticiones y una pésima experiencia histórica con la medicina del hombre blanco. Algunas farmacéuticas utilizaron a tribus como cobayas en sus experimentos durante el siglo XX. Hay relatos que pasan de generación en generación.

Rechazar las vacunas en EE UU forma parte de una militancia política ultraconservadora. Es su marca ideológica. En Europa, los antivacunas son minoritarios, una mezcla de extremoderechismo, ceguera religiosa y miedo a un mundo cambiante. 

Algunos negacionistas sostienen que las vacunas no están suficientemente probadas mientras que se meten todo tipo de pócimas milagrosas contra problemas que no tienen. Un tercer sector, de creciente influencia política, rechaza los confinamientos y la imposición del pasaporte covid. Son los que alimentan a las nuevas extremas derechas.

Cómo combatir los bulos. Si esto sucede en el mundo rico que dispone de información para contrastar, ¿cómo combatir los bulos en África? Muchas mujeres que viven en áreas rurales creen que las vacunas producen esterilidad. Es un mantra que vuela de boca en boca. Su función social está basada en la reproducción, en garantizar la supervivencia del colectivo. 

El covid representa una advertencia sobre la catástrofe climática en curso. No solo habrá un efecto en las temperaturas y la subida de los mares, supone un peligro de nuevas enfermedades o de un resurgir de las ya vencidas. Está en juego la raza humana. En este Titanic no existen asientos de primera, segunda o tercera. Nos salvamos todos o ninguno.