Una pregunta sencilla entre amigos: ¿Qué guardarías de la Región de Murcia para la posteridad en una cápsula del tiempo? Las respuestas han sido rápidas y bastante sorprendentes, en muchos casos. Todos tenemos algo de nuestro entorno que no nos gustaría perder, necesariamente no ha de ser algo actual, también sirven los recuerdos y las huellas del pasado, aquello que conocemos y quisiéramos poder compartir con las generaciones venideras. Vamos a ir llenando, cada miércoles, nuestra muy elástica cápsula hasta que ya no quepan más cosicas.

Sebastián Ramallo Asensio - Catedrático de Arqueología de la Región de Murcia

Como no podía ser menos, puesto que es el director de las excavaciones del Teatro Romano de Cartagena, el profesor Ramallo responde en primer lugar que este conjunto sería su elección, por su importancia y significado, pero inmediatamente después añade que, como bienes muebles y dentro del mismo, preservaría las tres aras circulares, que son finalmente las que he decidido introducir en nuestra Cápsula. Además me sugiere otras muchas cosas de igual interés: la muralla de la Milagrosa, la Cueva Negra de Fortuna, algún vaso ibérico con el karnassier y el águila del Cabecico del Tesoro o del de las Cabras, los pavos reales y el retrato de dama de la Villa del Paturro, la cruz de Begastri… Tomo nota para próximas entregas.

Construido en el siglo I antes de Cristo, época del emperador Augusto, momento en que la ciudad de Nova Cartago había sido elevada a la categoría de colonia romana (44 c. C.), este teatro, al igual que otras grandes construcciones, cumple una clara función propagandística para la familia imperial, que en este caso se ve representada al estar dedicado en honor de los nietos del emperador, Galius Cesar y Lucius Cesar.

Al mismo tiempo es lugar de introducción y difusión de los cultos a las divinidades tradicionales del Estado Romano, presentes aquí a través de estos tres bellos altares o aras, elementos cilíndricos delicadamente labrados en mármol blanco, cada uno de los cuales representa un dios de la Tríada Capitolina: Júpiter, Juno y Minerva, pudiendo ocupar el fondo del escenario (proscenium), inmediatamente delante de su gran fachada (scaenae frons).

Tres aves, realizadas en relieve con gran naturalismo, simbolizan a estos dioses. Júpiter, representado por un águila con las grandes alas semiabiertas, apoyando sus potentes garras sobre un promontorio rocoso; Juno, esposa del anterior, por un pavo real que se nos muestra de perfil y con su característica cola cerrada, pero perfectamente identificable por el detalle del dibujo en relieve de los ‘ojos’ que le donó la diosa para adornarla; por último, Minerva, diosa de la sabiduría, las artes y la estrategia militar, pero sobre todo protectora de Roma, representada por su fiel lechuza, aunque en este caso el deterioro la haga poco reconocible.

Para completar la composición decorativa de cada altar, a estos atributos divinos los acompañan cortejos de tres figuras femeninas que parecen danzar, por el airoso y grácil movimiento de sus túnicas y estolas.

Según Ramallo, estos elementos eran importados desde los talleres neoáticos establecidos en Roma, que producían gran cantidad de piezas de diseños originales, aunque inspiradas en obras más antiguas con las características propias de la época clásica, dados sus modelos y cánones atenienses, muy valoradas por su excepcional calidad técnica.

Para quienes estén interesados en una extensa y detallada información, recomiendo la lectura del libro El programa ornamental del Teatro Romano de Cartagena del profesor Ramallo, publicado hace algunos años, pero que sin duda podrá ser consultado en bibliotecas de nuestra Región. Y, sobre todo, tengan en cuenta que siempre es un placer hacer una visita a Cartagena, su teatro y su museo, donde poder ver de cerca los altares de singular belleza, entre otras muchas cosas.