¿Usted sabe que si envía cuatro WhatsApp cuando podría enviar solo uno está gastando cuatro veces energía? En más, ¿usted sabe que si manda un WhatsApp está gastando energía?

Esos clásicos mensajes que para decir he terminado, ya voy, compro pan, qué hay de cena; dices: he terminado, y envías, ya voy, y envías, compro pan, y envías, qué hay de cena, y envías, están gastando electricidad con cada uno de los mensajes que se mandan. ¿Creían que WhatsApp era mágico y funcionaba con el aire?; es más ¿pensaban que internet sólo gasta la electricidad de recarga de su batería o la que entra por el enchufe al ordenador?

En National Geografic he leído que cada minuto se envían en el mundo 38 millones de mensajes de WhatsApp, se visualizan 266.000 horas de Netflix, 4,3 millones de vídeos en YouTube y se realizan 3,7 millones de búsquedas en Google. La huella ecológica del tráfico digital se acerca ya al de un sector tan contaminante como el aéreo. El consumo energético de todo lo que hacemos por internet genera un nivel de emisiones de CO2 equiparable al de industrias aparentemente más pesadas, y va en aumento imparable. Según el propio Google, cada búsqueda que realizamos en internet libera al medio ambiente 0.2 gramos de CO2, lo que implica que el efecto invernadero provocado por mil búsquedas equivaldría a conducir un coche durante un kilómetro. El escenario de huella ecológica será mucho mayor cuando se generalice el llamado ‘internet de las cosas’ que conectará digitalmente electrodomésticos, vehículos, casas y cacharros de todo tipo y por todo el planeta.

El gasto energético, y en consecuencia la huella ecológica de internet, proviene tanto de la energía necesaria para fabricar los equipos como del gasto en hacer funcionar las redes de comunicación y, sobre todo, de la necesidad de refrigerar los equipos de los gigantescos centros de datos de las empresas tecnológicas y sus proveedores. Estos centros de datos alojan las máquinas que acumulan la información que va y viene de nuestro dispositivo cada vez que realizamos actividades tan cotidianas como subir fotos a Facebook, pedir un Uber o ver una serie en Netflix. 

Algunas de estas instalaciones son sencillamente gigantescas. El centro de datos en Kolo, Noruega, cubre una superficie de 2.000.000 de metros cuadrados y hay miles de instalaciones de esa o algo menor envergadura, todas ellas repletas de máquinas que para su buen funcionamiento necesitan estar refrigeradas. Piensen en el aire acondicionado, o la calefacción en latitudes frías, que hay que aplicar para mantener idealmente estas instalaciones a veinte grados centígrados.

La industria de internet no puede esconder su responsabilidad en la nueva era que debemos iniciar del carbono cero, entre otras cosas haciendo funcionar con renovables todas sus instalaciones. Y por cierto, nosotros podríamos contribuir usando en nuestros mensajes por móvil el maravilloso e hispánico recurso del punto y aparte para separar ideas, en lugar de emplear catorce envíos para decir una chorrada.