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Salud y rock'n'roll

Belen Unzurrunzaga

Las cosas que me hacen feliz

Las cosas que me hacen feliz

Hace años descubrí que la música es una de las mejores anestesias ante las hostias que da la vida. No concibo este loco mundo sin bailar, sin entregarme al DJ en una sala, sin pegar mil botes en un festival rodeada de amigos o sin cantar junto al piano del Toni2. Cuando llegaron los días de angustia, encierro, silencio e incertidumbre, mi cuerpo y mente se bloquearon y fui incapaz de escuchar ni una canción, nada. 

Poco a poco el tiempo ha pasado y las canciones se han colado en casa de nuevo, los bailes en pelotas en el salón del palomar han vuelto, pero me faltaba algo, este maldito virus nos ha quitado parte de nosotros, nos ha convertido en seres contenidos, y ya basta. 

«A tomar por culo las sillas» decía Santero y los muchachos al comienzo de su concierto cuando arrancaba el Warm Up Days y no puedo estar más de acuerdo. En todo este tiempo pandémico he asistido a dos conciertos, ha sido una tortura apoyar a la música y al sector en estas condiciones de maltrato para la cultura, mientras muchos miramos a otros países con cara de gilipollas y mucha envidia ante la gestión impecable de los conciertos con público, de pie y sin distancia.

Siendo positivos, octubre traía buenas noticias a la Región de Murcia, a la cola, por cierto, en levantar restricciones con respecto al resto de Comunidades autónomas; por fin podemos disfrutar de festivales de pie, sin distancia, con mascarilla, podemos bailar y vivir lo más parecido a la normalidad que tanto hemos echado de menos. 

A mis casi 44 hay que dosificar la vuelta a la vida y a los festivales, así que de los cuatro días de música que el Warm Up ofrecía con dos he tenido suficiente. Las ganas de disfrutar eran tantas que no me habría gustado trabajar en la seguridad del festival para tener que controlar quien se levanta en alguna zona no permitida o quién salta lo más parecido a la valla de Melilla para intentar tomar una cerveza ante las colas de gente esperando para entrar. Puede parecer catastrófico, pero aun así, nos reímos, seguimos bailando y por unos minutos les puedo decir que estuvimos en 2019 y menuda gozada. Muchas cosas que mejorar en este primer festival de pie, no debe ser fácil estar en el otro lado y tener que gestionar un evento de esta magnitud con medidas sanitarias algo incomprensibles, pero para todos a pesar de todo, quedó la música, los reencuentros, bailar rodeados de gente y sentir que cada día estamos más cerca de acabar con esta pesadilla. 

Un vermú, una mesa de amigos y dos bebés del Atleti, a los que ya quería sin conocerlos y tras dos guiños y tres sonrisas me han cautivado para siempre; un tomate partío y unos tallos, muchas Estrellas de Levante y risas sin parar fueron parte del menú de una comida en la que celebramos la vuelta a los festivales. Entrar al recinto, ver el escenario, la gente de pie y bailando era una puta maravilla con la que habíamos soñado durante un año y medio. Los Varry fueron los primeros en hacernos girar y cantar. Mando Diao, mi concierto esperado, en el que me dejé las suelas disfrutando cada tema y Viva Suecia, la banda de casa que nos devolvió los Días Amables. 

Causé baja el resto de los días y sé que algún fan de Carlos Sadness no me lo perdona. Hay que dosificar la vuelta, me quedo con lo compartido y lo bailado, con las risas y las cervezas bebidas a escondidas, sintiéndome una quinceañera fumandome el primer cigarro, me quedo con el asalto a la tortilla de Cris y las empanadillas de patata que Fini nos trajo de Yecla; me quedo con la sensación de volver a las cosas que me hacen feliz. 

Y lo mejor, esto es sólo el principio. 

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