No es habitual encontrar inesperadamente a alguien que te sorprende únicamente por su vitalidad y sencillez. Cuando Juan Perán se levantó y aceptó el encargo de Carlos Mazón, presidente de la Diputación de Alicante, para hacer el brindis en una comida de bienvenida a la Región de Murcia en Alicante Gastronómica, ante unos 60 invitados, y tras el redoble de copa como en las películas, se hizo el silencio en la amplia sala. Juan Perán fue breve, directo y sencillo. No tenía nada escrito. Fue algo improvisado, como son las cosas que salen bien. Su intervención duró apenas un minuto. La hizo con muchas pausas. Pausas de verdad. Las que obliga una situación de sentimiento real. Juan Perán recordó su niñez y se refirió a su pueblo, Torrealvilla, diputación lorquina. Se tocó el corazón y se quebró con una elegancia natural durante unos segundos en los que aquella sala se inundó de humanidad. No quedó nadie sin sentir qué es lo que tenemos aquí dentro que nos hace levantarnos por la mañana.

Unos minutos antes Juan Perán vino a la mesa donde estábamos los murcianos que habíamos sido invitados. Allí, Juan Francisco Martínez, lorquino y quien nos descubrió la figura de Juan Perán, hizo de anfitrión con él. Nos saludó amablemente, tras presentarse. Nos agasajó con un cariño real, con una mirada de auténtica ilusión. Allí, después de una mañana de curro, esperando los platos de grandes jóvenes chefs, cansados y deseando terminar pronto para poder volver a casa. No esperaba encontrar allí una figura que nos sirviera, a todos los que estuvimos escuchándole aquellos minutos, como inspiración para el día a día y el futuro. No tengo dudas. Si alguna vez tengo la edad que Juan Perán quiero poder agradecer a la vida con esa verdad tan grande que nos trajo antes de unos maravillosos mejillones en escabeche de hortalizas que nos preparó la enorme María Egea, del restaurante Frases.

Juan Perán se llevó la mano al pecho para evitar que aquel pequeño cuerpecico estallará en mil pedazos. Le brotaron dos lágrimas enormes que también contuvo y le hicieron brillar los ojos. Su mirada en aquel instante llegó a todos los que escuchábamos, más que escuchar palabras, sentíamos emociones. Se aguantó un segundo eterno hasta que lo rompió todo el característico aplauso que ayuda a superar un momento de silencio que habitualmente suele ser incómodo.

Pero el pasado viernes, en el restaurante de Alicante Gastronómica, Juan Perán nos regaló un segundo de alegría natural que nos recompuso y recordó a los que tuvimos la suerte de brindar, que la vida es maravillosa en esta tierra donde hay gente generosa y currante. Y que lo que más debe importarnos es ser capaces de disfrutar lo mucho que todos tenemos. Sentí orgullo por compartir origen con un tipo que lleva 60 en Elche y habla de su pueblo y sus orígenes con una devoción tan elegante. Así que ya lo ven. Hoy han sido 500 palabras, y todas por un brindis hecho de verdad. Gracias, Juan Perán. Vale.