El prototipo Preciosa estaba en pleno desarrollo. La empresa japonesa de ingeniería genética Nichitruñ Corporation, fabricaba androides sexuales para el mercado occidental. Ginés y Marta, los españoles del departamento de sociología, habían propuesto el nombre de Preciosa por la referencia que Cervantes hizo de la española más guapa: «Una bella murciana de ojos verdes, cabello rubio y con muy buenos modales». El director de la empresa era el profesor Sukuya.

-Quiero que Preciosa sea diferente a nuestros modelos anteriores, no sólo por la tecnología, sino por sus sentimientos y la expresión de su rostro.

-La prueba de piel sintética ha alcanzado los niveles deseados -dijo Akiro, el ingeniero de mayor edad.

-Debe reflejar empatía en su rostro, tanto cuando está activa, como en modo pasivo de descanso. Les propongo que lean La casa de las bellas durmientes del Premio Nobel de Literatura Yasunari Kawabata, en la que ancianos dormían junto a hermosas mujeres vírgenes, desnudas y narcotizadas, para conseguir sueños placenteros. 

-Señor Sukuya, yo propongo que lean La esclava instruida, es la novela premiada de un paisano mío de Cartagena. Es muy explícita y, además, una chica despierta es mejor que dormida -aseguró Marta.

 -La empresa de MacroSor va a desarrollar un androide macho con doble pene -dijo Akiro como primicia.

-¿Qué opina usted, Marta? -preguntó Sukuya.

-Me gustaría probarlo, pero el segundo pene debería ser opcional, de quita y pon; dependiendo del momento. 

Marta llevaba tres años en la empresa. Fue Sukuya quien la seleccionó tras pasar unas pruebas de idoneidad, además de por su belleza, por su libertad sexual. Todos sabían que follaba con Ginés.

-Ginés, vamos a imaginarnos que tienes dos penes.

-No te cansas de experimentar, me tienes exhausto. De momento no vamos a fabricarlos así.

-Tenemos que adelantarnos, conociendo a Sukuya mañana mismo dirá que fabriquemos androides guapos con dos penes.

Marta apartó los informes de la mesa de reuniones y se sentó encima desnuda. Le dio a Ginés un consolador que guardaba en su despacho.

-Tú decides -le dijo subiendo las piernas a sus hombros.

-Te gusta probarlo todo… siempre me convences con facilidad. 

Al día siguiente, Sukuya le propuso a Marta trasladar sus datos neuronales al prototipo Preciosa mediante un software implantado en su cerebro.

-Hay que crearle a Preciosa un pasado y unos sentimientos… pero luego ya sabes lo que pasa…

-Sí. Si no tienen programada una fecha de caducidad, van asimilando todo y progresando en la condición humana, y quieren ser humanos, aunque pierdan la perfección y la inmortalidad. En ese tema acertó la ciencia ficción desde Pinocho hasta Blade Runner. 

-Marta, ¿estaría dispuesta a dormir desnuda junto al profesor Akiro? Él también llevaría un implante cerebral… necesitamos conocer los estímulos sexuales a los que se enfrentará Preciosa. -Marta permanecía en silencio- Tendríais que convivir durante un fin de semana en mi casa de Kobe; está monitorizada con sensores y cámaras. Extraeremos vuestras sensaciones en tiempo real para implantarlas en Preciosa.

-Me está pidiendo todo, no sólo que desnude mi cuerpo, también mi alma.

-En beneficio de la investigación científica… Akiro está de acuerdo.

Marta también aceptó. La casa estaba en un acantilado en la bahía de Osaka. Pensó en actuar con naturalidad, olvidándose de las cámaras y sensores. El sábado transcurrió con agradables conversaciones mundanas y deliciosos manjares, hasta que llegó la hora de dormir. Se desnudaron y se acostaron en la misma cama sin rozarse. Durante la fase REM, los sensores captaban un aumento de dopamina, estaban altamente estimulados. Al amanecer, el profesor Akiro se despertó con una erección, acarició el hombro de Marta, su cara permanecía relajada, estaba bellísima sin maquillaje, acarició sus muslos de piel suave, el pronunciado monte de Venus, las caderas… Marta se despertó relajada, con una sonrisa. Vio el pene erecto e hizo lo que más le apetecía, sin decir ni una palabra. Copularon lentamente mientras sus sensores transmitían los datos al ordenador central, que codificaba para Preciosa. El profesor Sukuya estaba contento con los resultados, pero quería probar un nuevo descubrimiento científico referente a la música. En los altavoces del dormitorio se escuchó Santería, de Lola Indigo: ·Se acabó tu dinastía / No soy emperadora / pero la corona es mía / tengo el mando y tú no lo sabías / te hice santería / y tú me sigues pensando». Marta se levantó de la cama y se puso a bailar, el profesor Akiro seguía estimulado; Marta saltó sobre él y se encajó. En el laboratorio todos estaban contentos, se demostraba que los sonidos graves de percusión con una cadencia calculada estimulaban la libido.