EAC significa Política Agraria Común. Y es la normativa (casi ley para toda Europa) que organiza todas las cuestiones de la producción agraria en el territorio al completo de la UE. Muy mal. Prescinde de cualquier atisbo de sentido común, y se atiene a las leyes teóricas de la razón, de su razón, aclaremos en primer lugar que toda razón tiene una ideología detrás. Una vez le vi y oí decir a un neoteólogo de éstos en televisión que el hombre no es especie protegida, ni está en peligro de extinción; por tanto, su menoscabo total y absoluto ante la naturaleza es legítimo. Ante razonamientos como ése, como se dice en Alatriste, «no queda sino batirnos». El Ecologismo ideológico persigue derogar la máxima bíblica: «Creced, multiplicaos y dominad la Tierra». Eso les parece una barbaridad. Lo importante es la naturaleza, conservarla. Todo lo demás, error.

Por eso, la PAC pretende volver atrás toda la producción extensiva agraria. Ya la ha coartado, impidiendo el uso de productos químicos protectores de la producción; ahora, simplemente, se trata de ahogarla. Lo agrícola no prevalece frente a la naturaleza libre. Un apriorismo suicida. Es muy fácil contestar lo que aquí se afirma, con expresiones como capitalismo agrario salvaje, por ejemplo. Claro que el capitalismo, término nada neutral, ha entrado en el agro. Las necesidades alimenticias de la población mundial no hubieran podido ser abastecidas sin ellos. Y sin los plásticos, que favorecen su difusión, tampoco. El agro moderno se autolimita. Guste o no a los neoteólogos del conservacionismo a ultranza. Y la prosperidad, verdadero motor de la derrota de la pobreza en el mundo, avanza por el sistema de tiento, error, y vuelta atrás para empezar de nuevo por otro camino.

La PAC empobrece a un país como España, que, al entrar en el mercado común europeo fue desmantelada de industria y condenada a campo y turismo. Ahora, la PAC cercena esa fuente de riqueza y los pretextos pandemiales contingentan la llegada de turismo. Qué bien. Otro aspecto es el problema del lobo: ha de ser dejado libre de persecuciones, y ya está. Como el oso en Asturias. Todo naturaleza, el lobo y el oso prevaleciendo sobre el ser humano. Y los trasvases: hay que dejar a los cauces naturales de los ríos. De haber existido estas directrices en su tiempo, hubieran prohibido a los romanos (sí, a los romanos, no a los árabes) construir la Contraparada en Murcia, a la entrad del Segura en el valle, porque era hacer tres cauces, Alquibla, Segura y Aljufía, donde sólo había uno. Y del Trasvase Tajo Segura, derogado en tres años, qué decir: se condena a Murcia a la desertificación y a cien mil familias al paro. Pero su dogma conservacionista queda incólume.

Amén.