Juan De la Cierva y Codorníu es un murciano ilustre, como lo son Isaac Peral, José Moñino (Conde de Floridablaca), Rafael Méndez y muchos otros. De la Cierva era ingeniero de caminos, canales y puertos, pero ha pasado a la posteridad como si hubiese sido ingeniero aeronáutico por inventar el autogiro, precursor del helicóptero. Nacido en Murcia, hijo de Juan De la Cierva Peñafiel, alcalde de Murcia y varias veces ministro de Alfonso XIII, era también hermano de Ricardo (padre del conocido historiador homónimo), asesinado por el bando republicano en otoño de 1936 en Paracuellos del Jarama. Era entonces presidente del Gobierno el socialista Largo Caballero.

Puede que esto no guste a la izquierda, pero sí, estando como están ahora los socialistas y los comunistas en el Gobierno de España (II República), las autoridades republicanas permitieron el asesinato de un hermano de Juan De la Cierva. Fue detenido personalmente por el director general de Seguridad (Manuel Muñoz) en el aeropuerto de Barajas cuando intentaba huir de España para reunirse con su mujer e hijos en Francia. Lo llevaron a la cárcel y pocos días después lo asesinaron en Paracuellos.

Félix Schlayer, jefe de la Legación Diplomática de Noruega, de la que era abogado Ricardo De la Cierva, lo acompañaba en el momento de su detención. Lo cuenta con detalle en Diplomático en el Madrid rojo, libro imprescindible para entender qué es la ‘memoria histórica’. ¿Formará parte también este crimen de eso que llaman memoria histórica?

Ahora que por fin la Región de Murcia tiene un aeropuerto, los murcianos, por medio de la Asamblea Regional, que nos representa a todos, hemos decidido que lleve el nombre del inventor del autogiro. Pero los socialistas pretenden, de manera abyecta, ‘matar’ históricamente también a Juan De la Cierva, ochenta y cinco años después del asesinato de su hermano.

Para ello se sirven de ese engendro liberticida que llaman memoria histórica, que no es más que el fruto de la inclinación totalitaria de buena parte de la izquierda española. Desde un punto de vista historiográfico, no hay cosa más aberrante que pretender fijar la historia por ley. La historia está para ser estudiada, contrastada, discutida y, obviamente, para aprender de ella. Como se ve, los que gobiernan hoy España piensan todo lo contrario: está para que ellos la reescriban, al estilo estalinista, borrando lo que no les gusta e inventado lo que les venga bien, porque, al fin y al cabo, para ellos no es más que un instrumento al servicio de la política. No le tienen el menor respeto y la pervierten cuando les interesa. Para ello recurren a historiadores de los suyos, tendenciosos y sectarios hasta la falsedad si es necesario, especialmente en lo relativo al periodo comprendido entre 1931 y 1939.

Para intentar evitar que nuestro aeropuerto lleve el nombre de Juan De la Cierva, esta vez han echado mano, como no, de Ángel Viñas, militante socialista y obsesionado con el general Franco y la Guerra Civil. Autor tendencioso hasta el aburrimiento, no ha dudado, por ejemplo, en imputarle la muerte del general Amado Balmes a Franco para así poder publicar un libro intitulado El primer asesinato de Franco. No hay ninguna prueba de que la muerte de Balmes en Las Palmas de Gran Canaria, dos días antes del levantamiento militar del 18 de julio de 1936, no fuera accidental, pero Viñas dice que fue asesinado por orden del dictador, y palabra de Dios. Este mismo personaje dice ahora que Juan De la Cierva era franquista. Tampoco tiene ninguna prueba documental, pero eso le importa un comino porque la historia de España del siglo XX es la que escriben ellos, los historiadores profesionales que llevan décadas pastando en la lucrativa pradera de la historiografía ‘progresista’.

No me cabe duda de que Viñas y la recua de historiadores al servicio de la causa de izquierdas, no al servicio de la Historia, saben que su actitud es contraria a lo que debería ser la conducta de un verdadero historiador, entendido como un científico que investiga el pasado. Pero la causa es la causa, y ellos están para imponer la ‘verdad histórica’ al servicio de la izquierda, no para otra cosa.

Realmente lo importante del ingeniero murciano no son sus creencias políticas, religiosa, etc., sino su obra. Y su obra tiene tal reconocimiento que en España existe, desde 2001, un premio que otorga el Ministerio de Ciencia e Innovación, denominado Premio Nacional de Investigación Juan de la Cierva.

La ideología de Juan De la Cierva es, por tanto, irrelevante, salvo para los que quieren mantener viva aquella tragedia entre españoles que fue la Guerra Civil. Merece que el aeropuerto lleve su nombre, incluso aunque hubiese sido cierto que colaboró con el bando nacional; lo contrario sería como quemar Marinero en tierra porque Alberti escribió un poema loando a Stalin, o echar a la lumbre Junto a la tumba de Larra porque Giménez Caballero era falangista.

Si a los socialistas no les gusta que el aeródromo murciano lleve el nombre de Juan De la Cierva, propongo dos alternativas: Larco Caballero o Santiago Carrillo. Eran los principales responsables políticos que debían garantizar la vida de los madrileños en la retaguardia cuando asesinaron al hermano del ingeniero murciano, y, por tanto, los máximos responsables de su muerte. Desde luego, con ninguno de ellos se homenajearía a nuestro ilustre paisano, pero con ambos se cumpliría con la legalidad impuesta por Ley de Memoria Histórica.

Ironía al margen, el aeródromo de Murcia, antes o después, acabara llamándose Aeropuerto Internacional Juan de la Cierva porque la razón siempre acaba triunfando. Tiempo al tiempo.