Opinión | Al paso

Toya Viudes

Quiero y ya puedo

Este verano quiero viajar a Galicia para buscar hortensias y perderme en las playas del Atlántico; fondear en Cala Saona justo para el baño de la tarde; perderme de noche por los palacios de la Alhambra; esperar el amanecer en Agua Amarga

Podría haber sido el 20, el 22, el 23, una semana antes o una después, pero la fecha fijada es el 26, sábado. ¿Alguien sabe por qué el Gobierno ha elegido precisamente ese día para acabar con el suplicio de llevar la mascarilla hasta para subir el Mulhacén más sola que la una y que allá arriba nadie te baile el agua? El Gobierno ya ha indultado a los políticos presos y no a los presos políticos porque en este espinoso asunto el orden de los factores sí altera el producto y encabrona a media España. 

Este fin de semana, tras un larguísimo año de suplicio, los casi 47 millones de personas que vivimos en España ya no estaremos obligados a salir con la boca tapada y entre el jolgorio y el deleite de volver a respirar aire puro y la noticia de la bajada del IVA de la luz, ¿a quién demonios le importa que Junqueras, ‘Los Jordi’ y su panda estén en la calle? Qué hiladas tan finas las de la Moncloa y Sánchez. 

«Nos preocupa que en las bulliciosas calles y fiestas veraniegas nadie use la mascarilla», denuncian los colegios de médicos en un comunicado. «El que te la puedas quitar no quiere decir que te la tengas que quitar; si se siente que hay demasiada gente a su alrededor, se pone tranquilamente la mascarilla y no pasa nada», sentencia la lumbrera de Simón y se queda tan pancho. Estúpidos no somos y en estos fatigosos e interminables meses de pandemia algo hemos aprendido, también a ser responsables, así que llevaré la mascarilla en el bolsillo por si acaso me embiste la marabunta y no tengo por donde escaparme, pero les aseguro que no me la volveré a poner ni para echar gasolina y mucho menos para caminar por la playa. 

«Quiero salir a la calle sin tapabocas, saludarme de beso con todo el mundo y bailar salsa en una rumba. Quiero ser agua fresca, paloma en vuelo. Quiero ser lo que esperas de mí», tuiteaba hace unos días la escritora colombiana Pilar Quintana. Este verano yo quiero viajar a Galicia para buscar hortensias y perderme en las playas del Atlántico; fondear en Cala Saona justo para el baño de la tarde; perderme de noche por los palacios de la Alhambra; esperar el amanecer en Agua Amarga. Quiero conocer Sicilia y recorrer Ortigia en bicicleta con Carlos y Mane. Ir la cine, al teatro. Pedir una caña, una marinera y lo que se tercie en una barra y volver a casa a la hora que me dé la gana. Quiero agarrar un tren, plantarme en el Reina Sofía y flipar con los tapices de Charlotte Johannesson. Volver al gimnasio.

Quiero dejar de pensar cuándo terminará esto. Hacer mil planes. Quiero, y ya puedo, abrazar sin miedo a mis padres. Quiero, y ya puedo, olvidar esta pesadilla y empezar a vivir como antes. Los indultados si quieren ya pueden capitanear de nuevo ‘el procés’, al grito de amnistía, autodeterminación e independencia, y amenazarnos con la proclamación de la República Catalana pero, por favor, un respiro, que no tenemos ni fuerzas ni ganas para más coñas este año.