Dos urracas que dan cuenta de un conejo atropellado en la carretera (esta primavera abundan) levantan el vuelo al ver acercarse mi bicicleta. La escena me hace pensar en Félix Rodríguez de la Fuente, el legendario divulgador de la naturaleza: gracias a él, sé nombrar a muchos animales de la Península. Con sus libros y documentales marcó a una generación. El otro día, un amigo me dijo que se había hecho biólogo y dibujante de aves por su influjo. Al igual que yo, había viajado años atrás a Poza de la Sal (pueblo natal del maestro) como quien emprende una peregrinación.