Dicen los ávidos columnistas del periódico más leído de este país que Kate Winslet está vieja y gorda. Vieja por haber cumplido 45, y gorda por llevar una talla aventuro que no más de 40.

El feminismo de los redactores progres es el mismo que el de La Sexta: la igualdad de la mujer por bandera, pero ni una presentadora que pese más de 50 kilos y pudiera clasificarse con cierta holgura para algún concurso de belleza regional. Mientras los demás recibimos lecciones por no decir todos, todas, todes, y supongo que en breve todis, los mamarrachos a sueldo de la agenda paralela que no interesa a nadie que tenga un mínimo problema vital siguen soltando monsergas con las que no habrían soñado ni en sus mejores tiempos los curas del franquismo.

Lo peor de la nueva dictadura de lo políticamente correcto ni siquiera es el cinismo del body shaming mientras encumbran a auténticas modelos al podio mediático, ni tampoco el descaro de insultar hasta la saciedad a una alta funcionaria del Estado como Ana Botella por ser esposa del presidente Aznar, pero elevar a los altares del Ministerio de Igualdad a una cajera de Saturn por ser amiga especial del secretario general del partido correcto. El problema de las homilías ateas por las que todos los impuros debemos flagelarnos con conocimiento y sufrimiento es que, lejos de solventar los problemas para los que teóricamente han sido creados, no hacen más que empeorarlos.

Que la izquierda ponga el grito en el cielo porque un señor ha puesto ‘coletas rata’ a la salida de la segunda residencia de Pablo Iglesias podría ser entre normal y aceptable, pero se torna en obsceno cuando mientras claman al cielo le ríen las gracias a todo hijo de vecino que inunda Madrid refiriéndose a las similitudes entre la cara del alcalde y su órgano reproductor masculino. Está fenomenal que Errejón haga bandera de la defensa de la salud mental, pero es aberrante que en paralelo tenga a sus secuaces llamando IDA a Ayuso como si ser de derechas la desproviera de todo merecimiento de respeto por parte de la izquierda.

Las nuevas monsergas progresistas son peligrosas, porque redundan en los problemas que denuncian, y son cínicas, porque sólo protegen a los que profesan la religión correcta, que en este caso circunstancial se llama ‘ideología’. Estos ataques identitarios de los que se creen en posesión de la verdad llevan muchos años provocando como respuesta que inmensos sectores de la derecha se plieguen a los designios de la izquierda con el único objetivo de garantizarse su aprobación social.

Para combatir esto que en redes sociales ya se conoce como ‘PSOE state of mind’, cuya traducción en cristiano es algo así como «el marco mental del PSOE», hay dos opciones. Una de ellas, con la que hemos convivido mucho tiempo, es pedirles perdón por existir e ir asumiendo su agenda poco a poco, en silencio, y sin molestar. El resultado aparente es un Gobierno de Sánchez que parecía imposible de derrocar, un referéndum de independencia en una región española llena de murcianos, y una agenda social que ya querría algún partido comunista de nuestro entorno.

La alternativa es decir basta. Decirle a los nacionalistas que no son más que fascistas que cercenan derechos fundamentales y libertades individuales a golpe de decreto; decirle a Sánchez que ni él ni El País nos va a dar permiso a ninguno para ir a Colón; decirle a la izquierda que «eso de la libertad», como dice la delegada del Gobierno en Madrid, es un mantra por el que no van a volver a gobernar en la capital jamás.

Kate Winslet está vieja y gorda, sí, igual que Ciudadanos ganó las elecciones en Cataluña gritando más que el nacionalismo, igual que Casado se impuso a Soraya y Cospedal a golpe de principios, y Ayuso ha arrasado no pidiendo perdón ni permiso.

No sé si ha quedado lo suficientemente claro, pero si no, aquí va: izquierdistas, silencio. Hoy por fin, a vuestro pesar, estamos tratando de liderar.