En la semana en que celebramos el Día Mundial del Medio Ambiente y poniendo el foco este año en la necesidad de reparar el daño que hemos infringido a los ecosistemas, queremos reivindicar la figura de Marie Sybille Merian, una naturalista excepcional cuyos trabajos sobre la metamorfosis de los insectos son los precursores de la entomología moderna.

Nacida en Frankfurt en 1647, era hija de un conocido artista y grabador de la época, aunque fue su padrastro, Jacob Marrel, quien la enseñó a dibujar. En su taller aprendió las técnicas para pintar flores, frutas y especialmente insectos de todo tipo. Su capacidad para captar los detalles propició que, siendo muy joven, entrara en contacto con los círculos científicos de su entorno.

En los siglos XVI y XVII se inició una revolución científica que dio origen a la ciencia moderna. En esta revolución se excluyó a las mujeres, ya que no tenían acceso a las academias ni a las universidades. A pesar de esto algunas consiguieron estar presentes en algunos ámbitos, si bien de manera muy minoritaria.

Uno de los ámbitos en el que las mujeres fueron excluidas fue en el de los grandes viajes exploratorios a países lejanos. Era habitual que los naturalistas varones se desplazaran por el mundo en busca de nuevas especies, pero solo unas pocas mujeres emprendían estos viajes para explorar la naturaleza. Las pocas que recorrieron el planeta lo hacían, bien disfrazadas de hombre, bien como misioneras; ninguna tuvo la oportunidad de trabajar como naturalista en un barco.

Era habitual en esta época que los varones naturalistas ocuparan puestos científicos en los barcos de las compañías comerciales europeas. Las expediciones a tierras lejanas les permitían un intercambio de conocimientos entre ellos del que las mujeres quedaban excluidas. Las malas condiciones climáticas en los países de destino, o los riesgos que podían correr por su condición durante el viaje, eran algunos de los argumentos que se esgrimían para disuadirlas de viajar.

Pero Marie Sybilla Merian fue una excepción. Una vez casada abrió un taller de pintura en el que realizaba lienzos con motivos copiados de la naturaleza, que luego vendía. En él enseñó a muchas mujeres jóvenes diferentes técnicas e innovaciones en el tratamiento de los lienzos.

Se divorció de su marido y se estableció por su cuenta, siendo capaz de mantenerse gracias a su trabajo como grabadora.

Su primer trabajo como entomóloga llevaba por título La oruga, maravillosa transformación y extraña alimentación floral, y fue publicado en 1679. En él realizó una observación minuciosa del ciclo de vida de algunos insectos.

Pero quizás su mayor logro lo consiguió a los 52 años, cuando se embarcó junto a una de sus hijas con destino a Surinam para recolectar y dibujar especímenes de flora y fauna exóticas. Esta expedición fue subvencionada, en parte, por el ayuntamiento de la ciudad de Amsterdam, algo insólito en esa época. Los dos años que pasó en Surinam se vieron reflejados en un libro científico extraordinario: Metamorfosis de los insectos de Surinam, un tratado completo de entomología con especies nunca descritas y dibujadas.

Sus observaciones no se limitaron únicamente a describir las especies, Marie Sibylla también describió las relaciones entre las especies. Observó las conexiones que existían entre ellas en una época en la que la teoría de la creación era la imperante: especies separadas y creadas así por Dios. En ese sentido se adelantó un siglo y medio a las tesis de Darwin. Incluso en esta obra habla acerca de las injusticias de la esclavitud y el colonialismo, al mismo tiempo que menciona el uso de un tipo de planta por parte de las mujeres esclavizadas, con la intención de tener algún tipo de control sobre su cuerpo: «Los indios, a quienes sus amos holandeses maltratan, usan las semillas para abortar a sus hijos, para que no terminen convirtiéndose en esclavos como ellos».

A pesar de sus grandes logros en la ciencia y de haber obtenido cierto reconocimiento en su tiempo, con el paso de los años su obra fue criticada y tachada de inexacta y fantasiosa, con lo que su nombre cayó en el olvido. No fue hasta finales del siglo XX, cuando algunos círculos artísticos y científicos volvieron a recuperar sus trabajos y reconocieron que sus observaciones eran correctas.

El trabajo de Marie Sybille Merian marcó el camino de los futuros estudios zoológicos y ecológicos en una época en la que las mujeres tenían muy difícil alcanzar sus metas. Sirva su historia como ejemplo a las futuras generaciones de mujeres científicas.