El primer reto para Sánchez consiste en justificar por qué ha cambiado de opinión. El presidente se manifestó en su día a favor del cumplimiento íntegro de las condenas. Había motivos. La irresponsabilidad fue absoluta. Ni Puigdemont ni Junqueras querían la DUI, pero nos tiraron por el precipicio porque no tuvieron la valentía de salir de su particular juego de la gallina. Partieron la sociedad en dos, tal como anticipó Artur Mas.

Pero es lo cierto que lo más importante después un desgarro social parecido es la reconciliación. Ya han pasado más de tres años y medio. Habrá quien dirá que es demasiado pronto. Pero es tan opinable como decir que ya es el momento oportuno. En definitiva, Sánchez puede manifestar que la reconciliación debe ser prioritaria en Catalunya y que ya ha llegado el momento de ponerse a ello.

El segundo reto es que los indultos no se interpreten como camaradería con los partidos independentistas. Al contrario, el PSOE debería aprovechar para remarcar su distancia con ellos. El PSOE es el principal grupo socialdemócrata del Parlamento Europeo y representa el equilibro entre progreso y solidaridad. Las declaraciones de la vicepresidenta Calvo diciendo que ERC es un partido progresista son un error. En cambio, el Gobierno, como hizo Pedro Sánchez en el Congreso, debería recordar que ERC es el único partido autodenominado de izquierda en Europa que instrumentaliza el agravio fiscal entre territorios. Joan Tardà cuenta en su último libro cómo la difusión del expolio fiscal ha sido lo que más ha hecho crecer el independentismo y cómo ERC ha sido su principal impulsor. El Gobierno debe reiterar una y otra vez que es falso porque Catalunya aproximadamente paga por renta y recibe por población.

Y el tercer reto es reducir la polarización. El Gobierno debería evitar plantear los indultos como un dilema entre reconciliación y venganza. No lo son. Son una apuesta por la distensión. Curioso que la presidenta de la ANC no quiera el indulto porque desarmaría el independentismo. Madre mía.