En nuestro afán por exhumar y sacar de las tinieblas a aquellas mujeres olvidadas y ausentes de los libros, nos sumergimos hoy en los estratos más profundos de la historia, en las primeras civilizaciones que se desarrollaron en Mesopotamia, la cuna de las primeras manifestaciones literarias.

Fue allí, en el antiguo Oriente Próximo, donde evolucionó un primitivo código de signos, surgido de necesidades puramente mercantiles y pragmáticas, que daría lugar a finales del IV milenio a. C. a uno de los mayores inventos de la historia, que modificaría la vida y el pensamiento de forma sustancial: la escritura.

A partir de su invención, los escribas sumerios, y después acadios y babilonios, transcribieron un gran número de creaciones literarias, divulgadas de forma oral hasta entonces.

Toda su literatura nos ha sido transmitida con caracteres cuneiformes, en miles de tablillas de arcilla y sobre otros objetos escriturarios. Los textos son copias bastante fieles de fuentes anteriores, casi siempre de carácter religioso, y en su mayoría son anónimas. Así, escribas, copistas y traductores, conservaron los recuerdos de la antigüedad; la escritura les dio el poder de atravesar milenios.

De entre todos los textos hallados, el Poema de la Creación, el Código de Hammurabi y el Poema de Gilgamesh han sido considerados como las tres grandes obras de la cultura mesopotámica, siendo el Poema de Gilgamesh, de autor o autores desconocidos, la primera gran epopeya de la literatura de la Humanidad, tanto por su cronología, pues es anterior a la Ilíada, como por su contenido argumental y fuerza poética.

Sin embargo, sí se conoce el nombre de la primera persona, hasta ahora, que firmó una obra de arte, en este caso de literatura, y esto sucedió unos 1600 años antes de Homero y 1700 años antes de que Safo rubricara su poesía. Fue una mujer, En-hedu-ana, quien firmó su obra con orgullo, manifestando así su voluntad de permanecer a través del tiempo: «El compilador de las tabletas fue En-hedu-ana. Mi rey, se ha creado algo que nadie ha creado antes».

La historia de Enheduanna ha sido probada y consensuada por la comunidad científica, como también hay consenso en darle el título de primera autora conocida de la Historia. En las excavaciones de templos y ciudades se han encontrado pruebas arqueológicas de su existencia durante el tercer milenio a. C. Fue en 1927 cuando sir Leonard Wolley exhumó un disco en el que se identificaba, en escritura cuneiforme, a la persona más importante: «Enheduanna, Suma Sacerdotisa, esposa del Dios Nanna, hija de Sargón, Rey del Mundo, en el templo de la diosa Inanna».

Se sabe que fue una figura política y cultural muy influyente. Al ocupar la cúspide de la jerarquía sacerdotal, era ella quien nombraba a los mandatarios de la ciudad, organizaba el almacenamiento de grano, supervisaba cientos de trabajadores en el templo, interpretaba sueños sagrados y presidía el festival de la luna nueva y los rituales de celebración de los equinoccios. Enheduanna sirvió como gran sacerdotisa durante cuarenta años. 

No fue hasta los años sesenta que se pudo conocer su obra literaria, compuesta por 42 himnos, conocidos como Los Himnos de los Templos, y que constituyen la primera colección de poemas religiosos del mundo, y tres poemas en honor a Inanna, diosa del amor.

La obra literaria de Enheduanna refleja una personalidad poderosa y de gran creatividad. En su obra poética más célebre, Exaltación de Innana, que contiene intenciones políticas y referencias históricas del reinado de Naram-Sin, introduce su propia historia: la rebelión que la llevó al exilio y su restitución como Suprema Sacerdotisa.

Sus expresiones en primera persona y la utilización de la escritura para la exploración de emociones profundas y privadas están consideradas las primeras en la Historia de la Literatura.

Además, también es considerada como la primera música; sus himnos a la diosa del amor están escritos en verso ritmado y rimado, e incluso, hay repeticiones que podrían suponer la presencia de un coro. Con el paso del tiempo se convirtieron en cantos litúrgicos que pervivieron a lo largo de los siglos.

Hart M. afirma: «Sus himnos funcionan como encantamientos que entrelazan dimensiones políticas, personales, rituales, teológicas, históricas y legales, quizás en un intento de unificar los pueblos por medio de la religión».

El hecho de que se hicieran numerosas copias durante los siglos posteriores nos indica que su obra fue muy apreciada, así como su persona reconocida como de gran importancia para la civilización. Su poesía fue copiada, estudiada y dramatizada en todo el imperio durante más de quinientos años. Sus poemas influenciaron el Antiguo Testamento hebreo, las epopeyas de Homero y los himnos cristianos (Paul Kriwaczete).

Por si fuera poco, hay que añadir que su trabajo sobre las deidades celestiales, sus referencias a los calendarios cósmicos y su promoción en la creación de observatorios astronómicos ha sido reconocido en el campo de la astronomía, y la constancia de que sabía resolver ecuaciones de tercer grado han llevado, a algunos autores, a considerar a Enheduanna, que vivió 26 siglos antes que Hipatia, la primera mujer científica y matemática.

Ella es, de momento, la única mujer entre los grandes autores de la literatura mesopotámica, pero todavía quedan en los sótanos de los museos miles de tablillas y otros objetos exhumados de las excavaciones arqueológicas, esperando ser estudiados con el fin de que podamos dar a conocer las voces de todas esas mujeres, que tanto han contribuido al desarrollo cultural de la Humanidad.