López Miras ha perdido el control político del Gobierno regional. Todavía mantiene la titularidad de la presidencia pero tras la fallida moción de censura lo hace secuestrado por una minoría parlamentaria sostenida en un 30% con los votos de unos tránsfugas que, bajo la amenaza de destitución, ha terminado por incluir en su Gobierno. Si todos los manuales de práctica parlamentaria recogen la moción de censura como instrumento legítimo y democrático para la destitución del presidente, no hay tratado de teoría política que respalde o justifique el golpe de mano que hemos sufrido en la Región y mucho menos que avale que los tránsfugas hayan okupado cinco de los diez puestos del Gobierno.

El presidente mantiene su sillón gracias a que ha entregado la gestión de la Educación y la Cultura públicas, que son un patrimonio colectivo y social que tiene el deber de garantizar derechos fundamentales, a una fanática que además de querer imponer el inconstitucional veto parental pretende resolver los graves problemas educativos a base de tirar de chequera y reintegrar la pasta de los impuestos a quienes menos la necesitan. Adiós al principio de equidad y justicia a través de la educación. Pero no sólo: con su cesión al chantaje el señor López Miras ha rendido miles de millones del presupuesto regional al capricho de unos tramposos sin principios, fuera de control de cualquier forma de disciplina, sin vínculos colectivos ni compromiso social alguno más allá de sus particulares intereses privados.

Estamos en manos de un Gobierno de perdedores y tránsfugas que representa, en sí mismo y como síntoma de la grave crisis institucional en la que estamos instalados ya más de una década, lo peor de la política. Esto no es un Gobierno, sino un bizarro collage de corruptos, ultraliberales, oportunistas, ultracatólicos y fascistoides sin sentido ético de su función ni, por lo que hemos podido comprobar, atisbo alguno de vergüenza personal. Inconscientes ante la especial exigencia de sus responsabilidades, sin ideas propias, ni capacidad de producirlas de modo colectivo, su estrambótica llegada al Gobierno nos anuncia meses de sobresaltos, ocurrencias, salidas de pata de banco y propuestas que seguro que resultan demoledoras para el conjunto del sistema público, especialmente para nuestro modelo educativo. Lo único que parece brillar en ellos son los destellos de los hilos transparentes con los que son manejados, desde la penumbra, por los de siempre.

López Miras preside una componenda indisimulada de intereses puramente circunstanciales cuyo único objetivo es garantizar que nada cambie, que mutatis mutandis el status quo social quede a la guarda de todo intento de cambio. Despejado el horizonte de la corrección política, los nuevos consejeros y consejeras, outsiders sin oficio ni beneficio, podrán negociar a voluntad, sin filtro ni mediación, el destino de los maltrechos presupuestos regionales.

Me preocupa el destino de esos cientos de millones de euros que van a empezar a llover desde Europa para paliar la crisis causada por la pandemia. ¿Qué van a hacer con ellos? ¿Cómo los van a gestionar? ¿Por qué la señora Miguélez, nueva consejera de Empresa e Industria, y con apenas una línea de CV, no ofrece ni un solo dato de su actividad profesional en empresas privadas? ¿Cómo sabremos si no será parcial en sus decisiones teniendo en cuenta lo vital del reparto para autónomos y pymes? ¿Se lo volverán a llevar calentito las grandes empresas regionales? ¿Cómo asegurar que la maltrecha escuela pública recibe lo que necesita para atender a quienes más lo necesitan y no se gasta en medidas populistas de reversión fiscal o se deriva a la privatización extremista? ¿Cómo puede ser que el nuevo consejero de Universidades carezca de expediente académico? ¿Qué criterios novedosos de distribución de recursos, en materia de I+D+i, va a emplear el señor Álvarez para transformar nuestro modelo productivo? ¿En qué se van a gastar el dinero que van a tener que pagar nuestros hijos?

Take the Money and Run, que diría Allen. Tengo la sensación de que estamos asistiendo de nuevo a una gran estafa a cámara lenta en la que los múltiples ‘tentáculos de la corrupción’, que llevan operando sin descanso desde mucho antes del cacique De la Cierva, atenazan hoy, en pleno siglo XXI, cada rincón de nuestra querida Región: desde los escaños de la Asamblea Regional a los sillones del Consejo de Gobierno haciendo saltar por los aires, entre otras cosas, la precaria separación de poderes. Ya ni como función (ejecutiva) ni como órgano (legislativo) podemos defender la legitimidad actual de una democracia regional secuestrada por unos desaprensivos a punta de escaño.

Si como decía Montesquieu «para que no se pueda abusar del poder hace falta que el poder detenga al poder», a nosotros ya no nos queda poder que enfrentar a unos tránsfugas sin vergüenza y a un presidente pusilánime. No existe en la Región poder político que pueda poner coto al abuso que se está produciendo, más allá de una escuálida fiscalía, malnutrida intencionalmente desde Madrid, y unos jueces enterrados entre expedientes.

Al menos, nos queda la satisfacción de haber puesto una pica en Flandes, a pesar de las resistencia internas y externas, al eliminar del Estatuto de Autonomía el privilegio del aforamiento para los parlamentarios y miembros del Consejo de Gobierno. Ya no podrán parapetarse tras sus escaños en caso de cometer cualquier presunto delito.

Estamos vigilantes.