Opinión | Acho pijo

Yayo Delgado

Xuxo Lorente

Después de la primera media hora buena de estudio en la biblioteca, con los esquemas empezados y letra bonica, ya con el sitio para pasar el día bien pertrechado y tratando de estudiar, empezaba mi desmarque. La intensidad del estudio se reducía de forma natural y fluía entonces, antes del caricaturismo o el desenfreno grafitero en los márgenes de los esquemas, buscar concienzudamente parecidos razonables en derredor. Deporte universitario maravilloso. Éramos capaces de encontrar uno por persona en tiempos de metalenguaje engrasado. Como al fútbol en el recreo, siempre me consideré talentoso para los parecidos razonables. Los mejores, los que surgían por un leve, levísimo, recuerdo al famoso. Cuanto menos famoso, siempre mejor, porque daba mucha más alegría cuando Sans, Oliva o Víctor, mis compañeros de parecidismo y de piso, lo destapaban en el canal del metalenguaje. «Es igual que aquel que salió en un par de capítulos de Búscate la vida», unos segundos de espera… y carcajada desde el píloro.

El universo de los parecidos razonables, separados al nacer, y otros primos hermanos del motismo universitario se han hecho meme, como casi todo. A quién no le ha llegado esta semana lo de Koeman y Koewoman. Y funciona maravillosamente, como predijimos en los noventa en aquellos ratos de biblioteca que nos cambiaron sobresalientes y matrículas de honor por bienes y notables. Y es que no puede ser de otra manera. Derivado del universo parecidos está el de las confusiones entre ciclistas, futbolistas, actores o famosos de la tele. Mítico fue mi error confundiendo a Tom Sizemore con Michael Madsen, uno de los errores más bonitos y de los que más orgulloso estoy. Si no caen en quienes son, pueden buscar sus fotos y comprobarán pavorosamente que no se parecen en nada. Les confundí por otros motivos aún más bonitos. De aquellas confusiones derivó el fantástico juego de nombrar un nombre de pila para que los demás dijéramos a la vez el apellido; o aquel mítico juego recurrente en el que Rafa Cores era el mejor, que consistía en nombrar actrices cuyo nombre artístico tiene tres palabras: como por ejemplo, Jennifer Jason Leigh, un, dos tres, repita otra vez (y sigan, es divertido).

La última carcajada al respecto de parecidos razonables o sucedáneos, incluso posterior al meme de Koewoman, fue murcianico completo y esto es novedoso. Cercar el juego a tu tierra no es nada fácil, porque la merma de posibles caretos, gestos, parafernalia o recuerdos hace que el juego sea mucho más complicado, pero a la vez mucho más bonito. Pues bien, en muy poco tiempo, fenómeno de convergencia, hasta tres personas por motivos distintos esta semana pasada han confundido a mi alrededor a Xuso Jones con Jaime Lorente. ¿Han sido ustedes? Vale.