Ya sabemos lo que ya sabíamos: que el pulso entre Ana Martínez Vidal y Fernando López Miras a cuenta de la reestructuración del Gobierno tenía un precio, y este es, claro, la reforma de la Ley de Presidente para que el actual inquilino de San Esteban pueda optar a un tercer mandato. Esta prenda estaba en manos de Ciudadanos, y la venía reteniendo con mucho mimo, pues cualquiera podía deducir que en cuanto la cediera, López Miras cobraría vuelo y no lo podría sujetar ni su imprescindible socia. A punto de pasar el ecuador de la legislatura, se ha llevado a cabo a la vista de todos el intercambio de cromos: Vidal da el visto bueno a la aprobación de la reforma a cambio de otra reforma, la del Gobierno, en el que la jefa de Cs adquirirá más peso político, tal vez su anhelado título de vicepresidenta y seguirá marcando al paso a López Miras.

La operación sorprende porque contiene una dosis de sofisticación que casi nos obliga a quitarnos el sombrero ante Martínez Vidal. López Miras consigue el paradójico objetivo de intentar gobernar una tercera legislatura mediante una ley que establece la limitación de mandatos en dos, y a corto plazo le permite presentar su candidatura para revalidar la presidencia del PP en el congreso de este año sin someter a la militancia al estrés de no saber si reelige a un líder que después no podría ser candidato. Esto es lo que saca en limpio López Miras, que no es poco para sus propios intereses.

¿Y qué obtiene Martínez Vidal? De entrada, la contrapartida de una reestructuración del Gobierno tanto en la distribución de competencias como en titulares de carteras que incrementará el poder de Cs en el Ejecutivo y que la situará a ella misma en una posición de práctica igualdad con el presidente.

Y más: dado que la ley reformada entraría en vigor en 2023 y que durante ese tiempo el presidente no podrá convocar elecciones anticipadas, se asegura dos años de estabilidad para su partido, al que en la fase actual no le sentaría bien la sorpresa de unas elecciones.

Y más aún: mientras tanto, también se protege de que López Miras, una vez conseguido su objetivo particular, reaccione contra ella, vuelva a recomponer el Gobierno o intente limitar el poder de Cs, ya que Martínez Vidal sigue teniendo en su mano la posibilidad de contraprogramar con una moción de censura que le permitiría gobernar tranquilamente con el PSOE.

Es decir, la de Cs ha inmovilizado de pies y manos al del PP mientras ella incrementa su poder y mantiene viva la opción de la moción de censura por si el socio de Gobierno pretendiera reducirla.

Todavía algo más: si en este trayecto hasta la primavera de 2023 las expectativas de Cs no crecen y se produjera una fusión entre partidos o una coalición electoral, Martínez Vidal estaría en la lista, siempre en el supuesto de que su partido se recupere del actual shock y no naufrague durante la travesía.

En resumen, el bloqueo se ha resuelto con la entrega de la llave a López Miras de manos de Martínez Vidal, pero ésta se ha guardado la cerradura, de manera que, de momento, el presidente ya tiene algo de lo que quería, pero mantiene su extremada dependencia de una líder de Cs que seguirá imponiéndole condiciones y que podría dejarlo en la estacada en caso de que percibiera mejores oportunidades en otra coalición o se produjera un cambio estratégico en la dirección nacional de los naranjas. Y ante un ataque por ese flanco, el presidente se ha quedado sin coberturas.

Pero, claro, no todo es tan fácil. Esta reforma de la Ley de Presidente, aun tramitándose por el procedimiento de urgencia (obviemos la razón de que esta ley se deba considerar urgente) tiene que pasar dos fronteras. Una, la Mesa de la Asamblea, y otra, la votación del Pleno. Y recordemos que es preciso, para completar la mayoría de 23 diputados, el concurso de Vox. Vox está dividio en 3 y 1 diputados. Bastaría el ‘diputado oficial’, pero un portavoz de ese partido asegura que con ellos no se ha hablado para esta operación. Podemos sospechar que lo han hecho con el ‘grupo de Juan José Liarte’ (los tres restantes), se supone que a cambio de algunas contrapartidas, pues nadie regala nada, y menos cuando quienes reclaman apoyo andan muy necesitados.

Otro inconveniente, el que proyecta más morbo político, podría ser la actitud de la vicepresidenta, Isabel Franco, con escaño y voto en el Grupo de Ciudadanos. Tal vez si prevé que el cambio de Gobierno le arrebatará el título para que recaiga en Martínez Vidal, podría votar en contra, y con ella otro compañero de escaño, Francisco Álvarez. Dos votos menos para la mayoría, pero en todo caso insuficientes para impedirla si Liarte y los suyos apuestan por satisfacer en esto a López Miras. 16 PP+4Cs+3exVox, igual a 23: mayoría absoluta. Hecho.

Para acotar aún más la actitud que pudiera adoptar Franco, el calendario del nuevo pacto (Ley del Presidente a cambio de más poder para Cs) parece haberse establecido en ese mismo orden: primero, la reforma parlamentaria, de modo que la vicepresidenta no contaría en ese momento con información exacta sobre su futuro, y después, crisis de Gobierno, con su probable destitución, a no ser que antes de esto Martínez Vidal lanzara a quien fuera el cartel de Cs en las últimas elecciones alguna propuesta de pacto interno, si bien a estas alturas son improbables, tanto cualquier ofrecimiento como su aceptación.

Todo depende pues de Vox. Al sector oficial de este partido, que aspira a dar el sorpasso al PP, no le interesa la continuidad electoral de López Miras, pues a fin de cuentas ha conseguido hacerse popular, y una crisis de liderazgo en el PP le vendría de perlas, pero al grupo disidente de tres diputados, dado que sus integrantes no volverán a presentarse con posibilidades de éxito a las elecciones, esta cuestión les resulta indiferente y hasta podrían aprovechar su voto favorable a cambio de alguna ventaja parlamentaria. Cabe deducir, además, que si PP y Cs han organizado esta apuesta lo habrán hecho después de haberse asegurado la conformida de la cuña Vox.

Con este intercambio, López Miras gana a largo plazo y Vidal a corto. Pero la exhibición de poder puro y duro y en vivo y en directo es tan evidente que quizá también puedan perder algo los dos.