Hablar de impuestos nunca es fácil. No gozan de buena fama, a pesar de que son imprescindibles para mantener el Estado del bienestar y la igualdad. Su impopularidad es aprovechada por determinados sectores sociales, normalmente quienes más tienen y por tanto quienes más deberían pagar. Digo deberían, porque no siempre es así.

Suelen utilizar la desinformación para generar confusión, con el objetivo de utilizar a los ciudadanos como ariete contra el gobierno de turno. «En España se pagan muchos impuestos», «este impuesto es injusto y solo se paga en España», «el Estado gasta mucho» e incluso se atreven a vincular la libertad y la atracción de tejido empresarial con la bajada o eliminación de impuestos. Estos mensajes se han convertido en un clásico en nuestra Región, patronal y gobierno regional se reparten los papeles cuando acuerdan eliminar o bajar determinados impuestos.

La realidad es que en España el gasto público está muy por debajo de la media de los principales países de la UE, aquí gastamos aproximadamente el 43% de nuestro PIB y la media de estos países se sitúa en casi el 48%. Si miramos a los ingresos pasa lo contrario, en nuestro país representan poco más del 38% del PIB y en la UE más del 45%. Es decir, el problema de la financiación de nuestro Estado del bienestar reside en la falta de ingresos. Sin unos servicios públicos fuertes, la igualdad de oportunidades se resiente y la desigualdad crece. Sin embargo, a algunos parece importarles poco o nada con tal de que ellos tengan que contribuir menos.

Estos y los partidos que los apoyan dicen que bajar impuestos genera riqueza y por tanto más ingresos para las administraciones públicas. Una excusa vacía e incapaz de soportarse en argumentos científicos, no hay ninguna experiencia empírica que lo demuestre. Por el contrario, en diciembre de 2020 se publicó un estudio de International Inequalities Institute sobre «Las consecuencias económicas de los importantes recortes fiscales para los ricos», que acredita que la reducción de impuestos a los ricos conduce a una mayor desigualdad, sin que tengan ningún efecto significativo sobre el crecimiento económico y el desempleo.

Por otra parte, es curioso que quienes más insisten en la eliminación y bajada de impuestos, en los periodos de crisis, como el que vivimos, sean quienes más reclaman al Estado ayudas económicas. Por supuesto que en estos momentos son necesarias para la reactivación de la economía y evitar la perdida de empleo, pero no deja de ser una contradicción por parte de quienes pretenden adelgazar el Estado reduciendo sistemáticamente impuestos.

Posiblemente quienes insisten en bajar impuestos no necesiten un Estado del bienestar que garantice una educación y sanidad públicas de calidad, un sistema de pensiones y dependencia que cuide a nuestros mayores, un escudo social que proteja a los más vulnerables o una administración pública transparente y ágil, pero la inmensa mayoría de ciudadanos lo necesitamos.

Los impuestos son utilizados a menudo para ganar votos de forma irresponsable, lo que provoca la desafección ciudadana hacia el sistema impositivo y pone en riesgo la viabilidad del Estado del bienestar. Han de saber quienes lo hacen, los que a menudo se definen como patriotas, que este tipo de comportamientos y conductas son las que más dañan la convivencia de nuestra Comunidad.