En las terrazas de los recién reabiertos bares, hombres y mujeres toman café al sol, disfrutando del estupendo anticipo de la primavera que nos ha llegado este año cuando deberíamos estar dando diente con diente de frío. Dos señoras mayores hablan de sus cosas mientras se comen una tostada de pan integral y un café con leche. ‘He oído en la radio que a los de más de setenta nos vacunan después de a los de ochenta’, dice una. ‘A ver si es verdad, hija, que los jóvenes se pueden permitir el lujo de perder un año de vida activa, pero nosotras, año que pasemos encerradas, año que perdemos de estar con nuestros hijos y nuestros nietos. Esa es mi mayor preocupación, Maruja’, le responde la segunda.

En su despacho, al consejero de Sanidad se lo comen las preocupaciones. Tiene que cesar a todos los directores generales de la consejería y poner a otros. Además, los que nombre tienen que gustarle al presidente, a la aspirante a vicepresidenta, al que queda de Vox pata negra, a su mujer, que ya le ha dicho que mucho ojo con nombrar a Fulanita que esa es una lagarta y te mira con hambre, si la conoceré yo. Y, mientras tanto, el tema de las vacunas lo lleva uno que dice que sabe de eso, y el de las citas lo van sacando los secretarios de los secretarios de los directores generales cesados.

Una pareja joven está en su casa. Son las 11 de la mañana del jueves. La cría está en el colegio, él ha salido a correr, ella a comprar, y ambos han arreglado la casa, ella las habitaciones y él la cocina y el baño. Ahora los dos están sentados en el cuarto de estar. Él lee unos papeles del ERTE y ella está rellenado un impreso para pedir una ayuda de 400 euros. Están muy preocupados porque ninguno de los dos tiene trabajo y apenas llegan a fin de mes.

En un despacho bastante lujoso una mujer de la política mira la pantalla del ordenador y toca las teclas sin ninguna aparente preocupación: ‘A esta me la cargo, y esta otra, si no traga, que se vaya también. Lo de la ‘pureza de sangre’ ha sido una gran idea. Aquí el que no sea de mi confianza absoluta no mama. Si se va todo a la mierda, que se vaya, ya buscaré yo la forma de sobrevivir. Y, si no, me vuelvo al PP. Aunque no sé qué pensarán mis viejos compañeros después de la que les estoy montando. (Coge el teléfono que lleva un buen rato sonando) Que no, que ahora no puedo preocuparme de nada que no sea la remodelación. Dile al de la CROEM que el lunes, y al inversor árabe que el martes, joder’.

En el hospital, dos mujeres y un hombre se sientan en una sala de espera. Los han llamado para que vengan a despedirse de su anciana madre que no ha podido superar el covid y fallecerá de un momento a otro. Están muy tristes, y también muy preocupados por su padre, que se queda solo, y no saben si va a poder superar la falta de su compañera de tantos años.

Un hombre abre la puerta del despacho del presidente y dice: ‘Madrid, por la 1’. El joven político, con la expresión algo desencajada por la preocupación, levanta el auricular y comienza a hablar: ‘Sí, ya ves, la que me está montando esta… Con lo bien que hacía tener una jueza de consejera, y además, que era muy buena mujer. Y lo de la otra a ver qué hacemos porque si la quito de una cosa dice que tampoco quiere la otra y que se va a su escaño de la Asamblea a votar lo que le salga del mismísimo. Y, oye, que a ver a quiénes me trae esta. Porque tendrán pureza de sangre, pero a ver si son unos mastuerzos. Con el follón que es la consejería de lo Social, y que es la que lleva las residencias, y los pobres, y todo eso… Acho, tío, qué preocupación’.

En la calle, delante del palacio, un grupo de manifestantes muestran sus pancartas en las que dice: ‘La hostelería se muere’. Justo a dos metros de ellos, otro grupo, con pancartas de ‘el pequeño comercio está listo de papeles’, se une a un tercero que grita: ‘Contratad sanitarios en paro y no pidáis jubilados voluntarios, que tenemos hambre, de trabajar y de la otra’. La preocupación está en los rostros de todos, mientras que, en el interior, en los despachos, altos cargos se convulsionan de preocupación pensado si también les tocará a ellos la rubia, digo la china.