La política italiana contemporánea es una fuente constante de aprendizaje, una ocasión continua de asombro ante el rejuvenecimiento de semblantes que creíamos ajados y gastados, pero que de repente muestran vitalidad y fuerza inusitada. En el incansable ciclo de las renovaciones el rostro de Benito Mussolini ha experimentado una continua ida y venida; ha mostrado una fuerte capacidad de persistir y proyectar una imagen que ha permanecido y ha ido más allá de la propia vida mortal del célebre dictador. Lo antiguo y lo nuevo se entremezclan de forma asombrosa, y la política italiana se convierte a veces en un Jano bifronte que mira a la vez el pasado y el presente.

de comportamientos sociológicos compatibles con él, es algo paralelo al desarrollo de formaciones políticas con altas responsabilidades de gobierno que no se sienten obligadas a distanciarse de un pasado totalitario. Puede decirse, como lamentó Bertolt Brecht, que aunque el mundo paró a la bestia una vez, la perra de la que nació, vuelve a estar en celo. Mientras la obstinación humana y una ciega contumacia se empeñen en proporcionar materiales para construir las altas torres de la infamia de las que darán cuenta historiadores, merece la pena descender al trepidante relato periodístico contemporáneo y a la crónica política, alerta temprana y llamada de atención de futuros males. Ejemplos no faltarán, como la obra de Ezio Mauro, L'uomo Bianco, donde denuncia el caso de los ataques racistas llevados a cabo en Macerata por un lobo solitario de extrema derecha, condicionado por mensajes extremistas que habían despertado en él odio y rencor hacia la población inmigrante. Los prejuicios y la ignorancia existentes en una sociedad deprimida socialmente llevó a la contemporización con el agresor, y el suceso pareció haber encontrado cierta justificación ante una supuesta invasión extranjera, portadora de delincuencia.

más interesantes y recientes para comprender la recurrente aparición del fascismo en la sociedad italiana es el libro recién publicado Feixisme Persistent, obra de la periodista gerundense Alba Sidera Gallart. La autora examina un mundo que conoce de cerca y muestra las conexiones de un fascismo más sociológico, subyacente en ciertos sectores de la sociedad italiana y conectado con la política, junto a otras manifestaciones de extrema derecha puramente radicales y terroristas. La exploración de los vínculos que unen el mundo de cierto medios de comunicación, organizaciones criminales y grupos radicales refleja un ambiente enrarecido, como si se estuviera en un mal sueño. Es la sensación que deja entre otras muchas estampas de la contemporánea Italia, la visita a Predappio, ciudad natal del Duce, narrada por la autora, y hoy casi parque temático dedicado a su memoria.

Pero el fascismo tiene muchas caras y no todas conducen a Predappio. En el análisis de Alba Sidera, de rasgos mussolinianos resulta la figura de Silvio Berlusconi, quien, sin embargo, no mira al pasado sino al futuro, y anuncia un tipo de nuevo hombre político, magnate de los medios de comunicación, de dudosa reputación, demagogo egocéntrico, y temperamento disruptivo. En Berlusconi hay tanto de heredero de Mussolini como de precursor Donald Trump. Los excesos verbales de políticos extremistas como Matteo Salvini, su probada aptitud para las redes sociales y su competencia en dominar el mensaje de los medios han conducido a un tipo de radicalismo populista y mediático, basado en el espectáculo continuo. La continua equidistancia frente a las posturas totalitarias, la demagógica tibieza en condenar los crímenes del fascismo minimizándolos o comparándolos torticeramente con las atrocidades del comunismo, han conducido a una continua banalización de una doctrina política, social y económica que merece ser calificada como enemiga del género humano. Hay que recordar, como hace Alba Sidera, las palabras de la primera víctima política de Mussolini, el periodista Giacomo Matteotti, para quien el fascismo no era simplemente una opinión, sino un crimen.

Con gusto vuelvo la mirada a la región donde florece el limonero. Italia, suelo fecundo de donde nace la civilización que convierte a la vida en algo digno y verdaderamente humano, solar de músicos y pintores, tierra de poetas. Pero también este país resulta ocasión de advertencia, caja de Pandora del siglo XX cuya tapa, al parecer, no ha sido cerrada por nadie.