El silencio al acostarse, el preguntarnos por nuestra familia de forma directa y sincera, los bailoteos en el salón, los fondos de pantalla de Mahn en el Zoom, los trajes de sardinero de Paco y las pinchadas de Dani Vidal, los segundos planos de las reuniones virtuales, las pequeñas licencias para saludar a la familia a distancia, las fotos del día que salimos, las crónicas de Carlos del Amor, la morriña de los bares, los ejercicios inventados para pasar las horas de cole en casa, las recetas de pasta y abrir vino cuando lo hacía alguien del grupo de whatsapp, las vueltas ciclistas a platos caseros con los Rodados y sus ánimos diarios, los tuits de Marta Ferrero explicando las novedades de Salud.

La mascarilla de Fuck Covid, la mascarilla de Puto Virus, la mascarilla de Bat Man de Lucas, los abrazos de los niños en la cama todas las mañanas, trabajar con música en el salón de casa, zapatillas, pijama, camisa y corbata, el sonido de los chuts en los partidos de la tele, la sensación de respirar en el monte sin mascarilla, o en el coche después de hacer la compra, el Bando en los balcones, las performances de los vecinos cercanos, las películas gratis, los rollos de papel higiénico, comprar chucherías para pasar una tarde de sábado, revisionar Contagio y Guerra Mundial Z, la resistencia de la ficción a desarrollar tramas en las que hay Covid 19, la sensación al ver a gente aglutinada en eventos, al ver a gente abrazarse o darse la mano, la incapacidad para asimilar los comportamientos a los que nos ha obligado el virus.

El nacimiento de la Unzu como corriente de opinión, los sábados de Agredano y la familiaridad de la nostalgia feliz de una generación, una mudanza en plena pandemia, el precio de los gambones, las migas del Salzillo en casa, el esmero brillante de David López por seguir haciéndonos disfrutar, el coraje de la hostelería y la seguridad global en devolverles deuda vital, saber que estamos cuidados y protegidos en el peor momento, las lecciones que todo esto nos deja como sociedad, los mensajes de nuestros amigos médicos, que siempre estuvieron ahí. Los paseos largos, el vídeo de Joe Biden como Lopera, cien tuits de Pascu on fire, y todos los tuits y memes que nos hicieron reír estos meses.

La capacidad para adaptarnos a la vida se mide con la felicidad con la que el ser humano es capaz de amortiguar los golpes. En todos sitios y en todas las circunstancias es posible ser feliz y aunque no lo echaremos de menos, sí nos llevaremos unas dosis de recuerdos bonitos en los que fuimos felices estos días, que amigos, empiezan a terminar.

Feliz domingo, y la botella nunca vacía. Vale.