Detrás de los empañados cristales se acordó de Murcia. Otros años amanecía disfrutando del horizonte del Mar Menor. Para ella la Navidad era un preludio del viaje del Imserso, un paréntesis invernal para el espíritu y el cuerpo. Era montarse en autobús y cambiarle la cara, con los primeros holas, preludio quizá de nuevas e inolvidables amistades. Una alegría que al bajar le rebosaba también el alma, cual Papa al pisar el terreno ignoto. Descubrir la recepción del hotel y recibir la magnética llave también formaba parte de la atractiva liturgia, igual que entornar despacito la puerta hasta encontrarse con una habitación siempre amable, a estrenar como los siete días y seis noches.

Cambiarse y, enseguida, a cenar. Elegir mesa en buena compañía. Ella no era tiquismiquis, firmemente convencida de que lo importante no era lo ingerido sino lo compartido. Sobre la mesa los menús eran los clásicos, pero a su alrededor procuraría escuchar todo tipo de sinfonías o vivencias.

La pequeña localidad pesquera se abrió a sus pasos. Olía el salitre. El parpadeante paseo marítimo aparecía inmaculado y solitario, con la arena en estado de revista y las leves olas intentando convertirse en un leve rumor y brisa.

Se había abrigado de más. Solía pasar. Dejó Valladolid bajo cero y el tiempo también se había puesto de su parte. Su rostro era el termómetro que indicaba un salto de la estación.

Un cálido ambiente que se hizo aún más presente durante los siguientes bailes de la terraza, que cerraban cada velada. Un pasodoble que repetiría, con suerte, en las fiestas de San Mateo, allá por septiembre, si una boda no se cruzaba por medio. Empezaba estupendamente el 2020, se dijo, con la promesa de vivir el momento.

Miraría hoy en el mapa del tiempo la mancha de Murcia. La pequeña televisión le hacía compañía en la también reducida habitación. Se la habían traído sus hijos para que pasara la cuarentena para que durante un tiempo se olvidara del maldito Covid. Ella prefería hacer volar su imaginación, plena de salud y pensando en un Mar Menor que lo curaba todo.