Me siento a escribir y me cuesta. No es que esté perezoso para pensar o para trabajar; es que, a veces, la emoción bloquea las palabras y estos últimos días hemos vivido muchas emociones y de todos los tipos. Como sindicalista, como trabajador y como ciudadano, siempre he pensado que la política está al servicio del pueblo, y no al revés. Quizá sea por eso que me siento tan desconcertado con la errática (así lo entiendo yo, desde el desconocimiento acerca de los movimientos caprichosos del Covid-19) forma de legislar que últimamente estamos viviendo en la Región de Murcia esta crisis de la pandemia, y que afecta a cada uno de los habitantes de esta Comunidad Autónoma de las formas más peregrinas posibles.

Pongamos por caso a los menores que no pueden ir a ver a los abuelos, y ni de broma jugar con los primos, pero, sin embargo, sí pueden entrar en un aula cada día con veinticinco infantes más, eso sí, con las puertas y ventanas abiertas de par en par a pesar de Filomenas y demás avatares.

Y si eso les resulta complicado de digerir imaginen ustedes a las personas trabajadoras del sector hostelero. Ven como se cierran una y otra vez sus empresas y por ende sus puestos de trabajo, con temor de no poder volver a recuperar estos, porque levantar la persiana de un bar o restaurante no es tan sencillo como abrir la puerta, mientras en el local de al lado las luces de las tragaperras no se apagan nunca.

Y, seamos sinceros, la excusa de que en un bar hay que quitarse las mascarillas para consumir y en los locales de juego no sucede, se desmonta ante las numerosas denuncias que han saltado estos últimos días. Y es que no hay que perder de vista que si la Región de Murcia va a la cabeza en algo es en estos negocios. Por cada 4.263 habitantes hay un local de apuestas, la tasa más alta de toda España. ¿Se acuerdan ustedes de aquello de ´la pandemia nos hará mejores'? Pues mejores no sé, pero si la única forma de ver a un amigo es en las casas de apuestas, lo que saldremos es con un número ingente de ludopatías en las edades más incipientes. Aunque, mirado desde el prisma económico del Gobierno regional, una vez creado el problema también podemos abrir clínicas especializadas en este tipo de trastornos, pero eso sí, privadas, que la sanidad pública cuesta mucho dinero (nótese la ironía).

Si me notan especialmente irritado es porque lo estoy. Porque como todos ustedes también estoy viviendo el baile de inseguridades jurídicas perpetrado por la comunidad autónoma y que, por ejemplo, pone a CC OO en la obligación de asesorar a personas trabajadoras entre jugarse una sanción o el despido.

Les explico: desde el sindicato que represento, tenemos la sensación de que cuando se legisla no se hace pensando en todos y todas. Por un lado, se limitan los desplazamientos al trabajo en transporte particular a miembros de una misma unidad familiar, mientras que por otro se recortan las frecuencias y las líneas de los transportes públicos, eso sí, si el vehículo es de empresa sí pueden viajar personas de distinta unidad familiar. ¿El virus viaja solo en vehículos particulares? Quizá nuestros responsables políticos consideran que todo el mundo puede, o quiere, tener un coche a su disposición en la puerta de casa, pero la realidad con la que cada día nos encontramos en el sindicato es la de personas que llaman para asesorarse sobre cómo asistir a su puesto de trabajo, ya que no tienen un vehículo propio para desplazarse. Surrealista. Se ve que a ningún miembro del Gobierno regional se le ha ocurrido que, ante las limitaciones legislativas devenidas por el Covid (algunas incomprensibles), si no se potencia el transporte público, acción con la que estaríamos absolutamente de acuerdo económica y medioambientalmente, los ciudadanos y ciudadanas solo pueden optar por tres o cuatro opciones: comprarse un coche, no asistir al trabajo, pedir un taxi o el teletransporte.

Habrá quien con la cuenta corriente llena de ceros lo vea claro, o quien ante la disyuntiva se vea en la obligación de pedir un crédito, pero para muchas, muchísimas de las personas trabajadoras de esta Región (esas que cobran 950 euros de SMI) la opción más alejada de la ciencia ficción sea la del teletransporte.

Lo peor es que cuando intentas aclarar alguna de estas medidas, nuestros políticos están tan ocupados que no tienen tiempo para analizar alguna de estas medidas. Así que, nada, sigan ustedes con sus cosas de políticos, que aquí seguiremos nosotros, los sindicatos, asesorando a los trabajadores y trabajadoras, esos y esas que tienen que sobrellevar medidas anticovid, semipresencialidad en los coles y cierres perimetrales, y sobre todo, ingeniárselas para ir a trabajar.