Dimitir no es suficiente: eso pensé la mañana del pasado miércoles 20 cuando escuché al hoy exconsejero Villegas. Su comparecencia fue tan disparatada que me quedé alucinando por su intento de vender lo que nadie con sentido de responsabilidad habría estado dispuesto a aceptar. Por eso me dije que había que hacer algo, y esto mismo consideraron algunos colaboradores próximos que inmediatamente me animaron a preparar una Petición de Información por el procedimiento 1307. El documento lo hice público en mi blog Transparencia a pie de Calle, y quedó presentado esa misma mañana, a las 12.16 horas, ante la Administración correspondiente.

Pero enseguida muchas personas me fueron advirtiendo de que a través de los conciertos con las empresas sanitarias privadas había una vía de descontrol del uso de las vacunas, pues se habían entregado miles de ellas a la patronal para las clínicas concertadas, que estaban siendo distribuidas por las mutuas para uso de los facultativos. Por eso, inmediatamente hice una segunda Petición de Información (igualmente disponible en Transparencia a pie de Calle) en la que exigía los datos sobre la distribución de las vacunas en los centros sanitarios privados que mantienen conciertos con el Sistema Murciano de Salud, especificando el centro, el número de vacunas distribuidas y la fecha de entrega de las mismas.

Postrado en la habitación del hospital público en que me encuentro siendo atendido, como una víctima más del Covid-19, pienso con dolor y amargura a mis 83 años que no nos creemos ni exigimos el respeto a las reglas como lo más importante y esencial de todo sistema democrático. Y que cuando saltarse las reglas no tiene consecuencias para los infractores, se genera una carrera por demostrar quién es capaz de hacerla más gorda. Asaltaron las Universidades para obtener títulos que no habían cursado; asaltaron el presupuesto favoreciendo descaradamente a sus amigos, o han controlado la Sanidad pública poniendo al frente de ella a muchos que no creían en lo público. Y ahora ha pasado lo que se veía venir: el pasado 20 la noticia del día era que el consejero de Salud de Murcia se había vacunado junto a su cónyuge y 466 más personas de los servicios administrativos de la Salud regional. Un disparate que ha traspasado las líneas rojas de las conductas públicas.

Así que, esa misma tarde, tuvimos rueda de prensa de dimisión, con el presidente de la Comunidad de Murcia, López Miras, de maestro de ceremonias. El consejero afirmando estar descompuesto por el ruido, cuando había sido él quien había montado el lío, pero si se fijan en el vídeo de la noticia apreciarán que López Miras no refleja, como dijo, emoción, sino miedo. La cabeza de Villegas es servida en bandeja a Ciudadanos, con el triunfo de la consejera portavoz, pero ahora están en juego dos cosas: su continuidad y que no quede implicado por un procedimiento general en el que, si le alcanza la responsabilidad como presidente, tiene sobre su cabeza el artículo 54 de la Ley de Transparencia.

Algo tendrían que decir el nuevo presidente del Consejo de Transparencia, Julián Pérez Templado, la consejera Beatriz Ballesteros Palazón, así como consejeros y diputados concernidos por el tema. Como en una película, estoy reviviendo la crisis que condujo a la dimisión de Pedro Antonio Sánchez, pero esta vez es más grave. Si aquella fue por un procedimiento irregular para realizar una obra disparatada (que conoceremos cuando termine de enjuiciarse) en esta ocasión se ha jugado con la vida de las personas. Y ese descaro de abuso de poder rompiendo los protocolos no es que sea solo algo políticamente incorrecto hecho por terceros: alguien le tiene que explicar a López Miras que cuando estás inmerso en esa dinámica, eres responsable in vigilando de todo tu equipo de Gobierno. Y si no lo has realizado, por respeto a las normas aprobadas, debes abandonar tu cargo público. El que tiene que dimitir como cabeza de este desastre es el presidente de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, no el último de la lista de los 466.

Ese día 20 en que todo esto pasa, me voy a dormir con un mazazo. A las 18 horas me he tenido que realizar un test PCR para saber si estoy contagiado. Han sido días de larga espera. Con 83 años y un proceso de cáncer de próstata, diversas hernias que no se pueden intervenir, un ictus que padecí por causa del estrés sufrido cuando estaba luchando por la transparencia en las listas de espera del Sistema Murciano de Salud, y un cuadro de salud incierto por la pandemia.

Pero sigo luchando por eliminar las listas de espera, y nunca haré lo más mínimo por saltármelas. Así lo he dejado bien claro en los cinco años que he presidido el Consejo de la Transparencia de mi Región. Es un batallar en el que tuve que enfrentarme y resistir al lobby que domina la Sanidad pública en esta región. Y no ha sido ni agradable ni sencillo. Y todavía está sin resolver un largo contencioso que ha terminado en la Fiscalía Superior de Murcia.

No fue fácil dormir esa noche, porque pensaba a cada momento: ¿cómo podía haber dado el consejero de Salud la orden para que personal de su entorno laboral fuera vacunado contra la Covid-19? Y aún argumenta que esta actuación la realizó con total transparencia... Incomprensible, porque lo hizo eludiendo su propio Protocolo de actuación. En él se dice claramente que ante el número muy limitado de dosis, se debe priorizar en primer lugar a residentes y personal sanitario y sociosanitario en residencias de personas mayores y con discapacidad; en segundo lugar al personal sanitario de primera línea, y en tercer lugar, a otro personal sanitario y sociosanitario «que trabaje en centros y establecimientos sanitarios y sociosanitarios, y que de manera específica realice actividades que exigen contacto estrecho con personas que puedan estar infectadas por SARS-CoV-2». Pues bien, en ese último eslabón de la cadena es por donde se ha colado el consejero de Salud y unos 400 o 500 más.

Son siempre los mismos: el exconsejero de Salud, que ostentaba la presidencia del Patronato de la Fundación para la Formación y la Investigación Sanitaria (FFIS), y que fue (por medio de su hoy todavía presidente) el primer organismo en presentar ante la Agencia de Protección de Datos una petición de informe para saber si tenían quecumplir o no la recién publicada por aquellos días Ley 12/2014 de Transparencia en la Región de Murcia, argumentando el 'deber de secreto' en sus actuaciones.

Son siempre los mismos: la consejería de Salud, por medio del Sistema Murciano de Salud, que es la única institución de nuestra Comunidad que ha presentado un recurso ante los Tribunales de Justicia para no cumplir una resolución del Consejo de la Transparencia que le obligaba a hacer públicas las listas de espera conforme a la Ley.

Son siempre los mismos: el mismo exconsejero, que rechazó el acceso a una información pública realizada por una importante Fundación estatal hace unas semanas sobre las pruebas PCR realizadas en la Región de Murcia, con el peregrino argumento de que había sido formulada fuera del plazo de un mes establecido por la ley. Y así era: nueve días de un mes de agosto que con los retrasos e interrupción de plazos por la pandemia no deberían haber sido excusa para proporcionar la información solicitada. Porque la misma consejería de Salud incumple de forma sistemática los plazos para entregar la información que se les solicita, y no en días sino en semanas y meses, si es que tienes la suerte de que te la lleguen a dar.

Son siempre los mismos: los que ahora nos están ocultando la distribución de las vacunas. Vacunarse por privilegios políticos y buscar luego una excusa tiene un nombre: 'corrupción'. Eso sí, son cobardes y no tienen la valentía de hacerlo solos: buscan el efecto manada o cortina de humo, y lo hacen ofreciendo esa posibilidad como una dádiva medieval a cientos de funcionarios de la Consejería, que estoy seguro que la aceptaron de buena fe al ofrecérseles la vacuna. Estamos hablando de la diferencia entre la vida o la muerte, y de eso los señores feudales sabían, como éstos, mucho. Pero que el derecho a la vida o la muerte pueda estar en las manos de políticos sin vergüenza nos hace llegar a lo más bajo y deleznable de la especie humana. Los calificativos se quedan cortos.

Por ello, con la corrupción por medio, con el abuso de poder consiguiente y con una clara ausencia de la responsabilidad in vigilando del presidente, tenemos de nuevo un Gobierno descabezado, y está en manos de Ciudadanos dar un giro a este despropósito. Para Ciudadanos es la última oportunidad: si la desaprovechan que se olviden, cada día se devaluarán más y llegarán a ser insignificantes. Una lástima porque fueron impulsores de una ilusión de buen gobierno en el que la ética, la transparencia y la rendición de cuentas sería su brújula, hasta que perdieron el Norte. Esta vez harán muy mal trasladando el problema a Madrid: a Madrid deben llevar que Murcia necesita un Gobierno transparente, ético y eficiente, para ahora y para ese horizonte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de 2030 y sus proyectos de innovación y cambios.

Hay muchos ciudadanos, incluyendo militancia del Partido Popular, que apoyaría un cambio si alguien lo explicara bien y se basara en un pacto regional conseguido a través del consenso. La Región se lo merece, porque la ciudadanía está cansada de tanta crispación, cansada de tener que soportar que el insulto prime sobre la sensatez, y no se debe esperar para solucionar problemas podridos, como la salida de la anterior crisis nos enseñó y estamos pagando.

Termino este artículo donde lo empecé, en la habitación 605 del Hospital Morales Meseguer, y tengo que decir que la Sanidad pública son sus trabajadores, los que están comprometidos al extremo con sus responsabilidades. Y que lo son a pesar de los señores feudales que se han instalado en el Sistema, que están haciendo (desde tiempos de Valcárcel) un reparto de poderes y apoyos para controlar los territorios, las zonas, los servicios, la gestión hospitalaria, los contratos, etcétera. Y dejando la puerta abierta a un déficit anual que el Tribunal de Cuentas viene denunciando y calificando de quiebra. Porque la Sanidad pública murciana lleva más de diez años incumpliendo la obligación de adaptarse a la Contabilidad Pública, con la permanente osadía de culpar siempre a los Gobiernos centrales: con la boca chica cuando gobiernas los suyos y a gritos cuando son los de distinto signo político. Y así pretenden que aguantemos, haciéndonos cada día más desconfiados y facilitando que otros saquen más partido que ellos de sus gritos absurdos.

Cuando las Leyes están para que las cumplan los demás se vive en un estado clarísimo de corrupción encubierta. Así lo dejó bien claro el Grupo de Estados contra la Corrupción (GRECO) del Consejo de Europa en las Jornadas Retos para una Sociedad Transparente. Es una pena que esta corrupción sea la que hunda la Región.

Si salgo del hospital con fuerzas seguiré luchando para que nos levantemos con dignidad con el fin crear esa nueva gobernanza que tanto deseamos, y que nuestros líderes actuales no aciertan a llevar a buen fin. Veamos el Covid-19 como un fin de etapa: zanjemos lo que nos ha arruinado y empecemos a construir un estado de progreso en el que lo común nos una, como simboliza ese doble anillo de progreso del logotipo de los Objetivos 2030. Quiero salir con fuerza para ver si los veo en esta vida. Animo a todos a aparcar diferencias y buscar una salida.