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Lo que el viento atrae ahora

Una variación moderna del clásico refrán de «Dios los cría» termina con «y el viento los amontona». Pues un ejemplo, en vivo, de cómo el viento amontona tontos lo tenemos con uno de esos grupos de presión que se autodenominan antirracistas, y sus espabilados seguidores, que han forzado a la plataforma HBO a quitar temporalmente de su catálogo Lo que el viento se llevó.

Les ha dado por decir que es una película racista. Hay que recordar que estos grupos de presión lo son porque son capaces de boicotearte sin piedad, y hasta de hacer que se te hunda el negocio de la noche a la mañana. Porque, encima, suelen estar muy desocupados. Así que más te vale ceder gustoso al chantaje y callarte. Lo que han hecho en HBO.

No entro a valorar si la ocurrencia es hueca o maciza, pero lo que sí me parece, es que es la hipocresía hecha eslogan. Va a resultar que nos hemos vuelto racistas de tanto ver a Clark Gable decirle a Vivien Leigh eso de «francamente, querida, eso no me importa». Vamos, hombre.

No recuerdo la película entera, claro, pero sí recuerdo varios momentos memorables como cuando, en mitad de la guerra y en condiciones lamentables, Scarlett consigue volver a Tara, la casa de su familia. La encuentra totalmente asolada, con su padre loco y su madre muerta. Los esclavos, salvo algunos, todos huidos. Pero quedaba, cómo no, Mammy, su esclava, y de paso la voz de su conciencia. La única que había conservado la cabeza en su sitio, a pesar de las penurias que habían pasado. Recuerdo cómo me reí al oírle decir, en mitad de aquel dramón, que, si la madre de Scarlett estaba muerta, había sido por culpa de «esa blanca asquerosa», una conocida a la que había estado cuidando, y que le había contagiado la fiebre tifoidea. Que una esclava negra se permitiera decir eso de una mujer blanca, me pareció la mayor lección de dignidad que yo había escuchado. No tendría yo más de diez años, y aún lo recuerdo. Sólo por el personaje de Mammy, la película debería ser de visionado imprescindible.

La película retrata una época, con las costumbres propias. Sin más. Pero, si la quieren retirar de la pantalla, que lo hagan por más motivos. Por ejemplo, por retratar cómo las mujeres debían 'pescar' un marido como único objetivo en su vida, o por enseñar cómo Rhett Butler agarra a Scarlett O'Hara y la lleva escaleras arriba para violarla, o cómo ella misma, Scarlett, como mujer, era y es un modelo más que discutible: arpía, despechada, soberbia, despiadada. Y sumamente egoísta. No he visto a nadie, hasta ahora, pedir que se la retire de las pantallas por ninguno de estos motivos. Porque la película cuenta una historia impresionante, increíble e intemporal. Los personajes traspasan absolutamente la pantalla, y no hay forma de verla, ni una ni mil veces, sin estremecerse ante ese «¡a Dios pongo por testigo!».

Pero, claro, esta película, como tantas cosas, hay que verla poniéndose antes las gafas de ver más allá de tus narices. Y los que portan sobre sus hombros un encefalograma plano parlante no son capaces de ver más allá de sus ocurrencias.

Si te digo la verdad, no es esa dictadura de lo superficial, mientras pasa lo gordo por abajo, lo que más me entristece. Lo que siento de verdad es que asistimos a un ataque a todos nuestros principios. Ahora, para combatir el racismo, hay que meterlo debajo de la alfombra, poner cara de circunstancias y mirar a otro sitio. No hay que formar cabezas, ni forjar caracteres, ni educar hombres y mujeres que no permitan la injusticia, ya sea en forma de racismo, en forma de becarios explotados, o de tarjetas de crédito abusivas. Ahora se combate la injusticia con propaganda.

Al rebufo de todo este revuelo de idiotas, también han retirado de las bibliotecas de algunos colegios la novela Matar a un ruiseñor. La historia de un chico negro, pobre y desamparado, que es acusado injustamente de un crimen atroz, me parece recordar que castigado con la horca. Atticus Finch, el abogado que se hace cargo de defenderle, no sólo asume su defensa procesal, sino que su comportamiento hacia el chico representa un modelo absoluto de integridad y de valentía. Y de compasión ante la injusticia que se cierne irremediablemente sobre el chico. Encima, además de que la historia en sí sea imprescindible para cualquiera que tenga sentimientos de civismo, resulta que ganó el premio Pulitzer y que ha sido estudiada durante años, precisamente en las escuelas, como ejemplo de lucha contra la segregación racial. Para que veas quiénes son los que nos gobiernan. Unos lumbreras.

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