Día 6. Murcia, 20 de marzo

Cada sábado me reencuentro con un amigo de la facultad, de esos que estudiamos juntos en unos años tan significativos de nuestra vida. Y lo hago leyendo su columna semanal en El Correo de Andalucía, una histórica cabecera que mantiene ahora solamente su versión digital. Es la excusa perfecta con el fin de no perderlo de vista. Para saber en qué está centrado, cuáles son sus prioridades profesionales y, de cuando en cuando, llamarlo por teléfono y compartir de primera mano algunos detalles de nuestra vida personal. El periodista sevillano Juan Luis Pavón es uno de esos amigos que, pese al tiempo transcurrido y los pocos años que mantuvimos una relación personal en el Madrid de los 80, sigue estando presente en mi vida. Nunca le agradeceré al catedrático de Derecho de la Información, José María Gómez-Reino y Carnota, que nos examinara oralmente en su despacho del Tribunal de Defensa de la Competencia porque, junto a otros compañeros, preparamos el examen en la casa de huéspedes en la que Juan Luis residía en Madrid. El magistrado puso la guinda para unirnos definitivamente.

Disponer de tiempo en este confinamiento y mirar hacia atrás es una ocasión que se ofrece para rememorar diferentes episodios de la biografía de cada uno. Seguro que a ti te pasa. Me gustaría que la lectura de estas líneas te sirviera a la hora de despertar la añoranza y el deseo de hacer esa llamada pendiente, iniciar esa búsqueda aplazada, y volver a encontrarte con ese amigo o con esa amiga que lo fueron un día y que la vida se encargó de aparcarlos en un instante. O ese miembro de tu familia que sabes que está ahí, pero que se quedó en el pueblo, o que se marchó lejos para iniciar otra vida distinta a la planificada, a la esperada. Incluso aquel antiguo compañero de trabajo del que apenas sabes qué fue de él o de su pareja.

Uno de mis vecinos queda todos los días a las 12:30 del mediodía con su hermana, cuñado y sobrinos para hablar a través de esas innumerables aplicaciones que disponemos. Que si Zoom, que si Skype, que si la videollamada por WhatsApp, que si Google Duo o el Hangout que lleva camino de la extinción? Necesitamos contarnos cómo transcurren los días, despotricar contra ese energúmeno o contra esa hija de su madre que sabemos que no cumple el confinamiento, reír con la última ocurrencia que hemos recibido en el móvil, acusar de nuevo al Gobierno de lo mal que lo hizo al principio o caer en las garras virtuales del último impresentable Spiriman de turno, empleando más tiempo del que se merece.

Los expertos nos dicen que estos comportamientos forman parte de una fase normal de la reclusión. Hay que vivirla? y punto. Y además es fundamental para no sentirnos solos, para entender que esta situación no se puede resolver únicamente con el apoyo de expertos, sino con la firme decisión de medidas individuales que, sumadas a las colectivas, contribuirán a ganarle la batalla a la pandemia. De ahí que nuestra salud mental sea esencial para abordar el presente y, sobre todo, el futuro a corto plazo que se nos avecina. La amistad es, sin temor a equivocarme, el vínculo esencial sobre el que basamos los afectos y que alimentamos con la confianza, la lealtad, el amor, la generosidad, la sinceridad y el compromiso. Vamos, casi nada.

Es tiempo, por tanto, de regresar a los amigos.