Dime de qué presumes y te diré de lo que careces es uno de mis refranes favoritos. Existen dichos parecidos en muchas otras lenguas europeas, aunque más toscos y en amplio desuso, que parecen derivar del latino inscitia omnis arrogantiae mater est (la ignorancia es madre de la arrogancia). Nuestra versión, más rica y sutil, entra casi en el terreno del psicoanálisis. Su origen, creo, hay que buscarlo en el euskera: non harro, han herren (donde presumes, allí cojeas). Sirve para todo, todos los días. Desde el amigo follarín que no para de dar la brasa con sus hazañas sexuales hasta el Mercedes de alta gama aparcado delante del Lidl. Es como una alarma que nuestra cultura nos ha instalado en la cabeza para protegernos de los fanfarrones, solo que en lugar de un sonido estridente lo que oyes es la voz de tu abuela.

A mi pobre abuela (que en paz descanse) no la deja descansar últimamente la plaga de salvapatrias que padecemos. Peor aún que esa gente que llena los balcones de rojo y amarillo pero luego compra en Amazon y vende sin IVA, o esa otra que no tolera que en Cataluña se enseñe en catalán pero luego ve bien que a sus churumbeles les expliquen Historia en inglés obligatorio, es la que ocupa cargos políticos y calcula que del tamaño de sus fanfarronadas depende su reelección. Si queréis comprobar lo grandes que las tienen, no tenéis más que visitar sus cuentas de Twitter, donde parece que un tuit con menos de 6 banderas de España 6 es alta traición. A estos patriotas del palo, conocidos por no haber dado ni uno al agua en toda su vida (empezando por el más gallito, Santiago Abascal, que lleva décadas empalmando una mamandurria con otra desde que entró a las Nuevas Generaciones del PP con 18 años), los vemos venir desde antes de doblar la esquina. Gracias a nuestras abuelas, claro.

El jueves pasado, 255 de estos patriotas, desde sus sillones de diputado, votaron no a una propuesta de Unidos Podemos para bajar el número de alumnos por aula en las enseñanzas secundarias españolas. PP, PSOE, Cs, PNV y Convergència (ahora PDC), juntos por el no (si me perdonáis el chiste fácil) a mejorar la educación pública del país tras una larga década de recortes.

El día siguiente, viernes, pasó por Madrid la subsecretaria de Estado de Trump, Julie Fisher, a amarrar el gasto extraordinario de 7.300 millones de euros en armamento (fragatas, blindados, submarinos, cazas a cascoporro) que exigía don Donald. El Gobierno anunció oficialmente la decisión unas horas más tarde. El presidente ( Pdro no, el otro, el rubio del flequillo) quedó muy satisfecho, dicen.

Patriotillas. Nada dicen, de todo esto, en sus redes sociales. Si acaso, han añadido un par de banderas más por tuit. Pero engañar no engañan ni a mi abuela, claro. Llevo oyéndola a la pobre sin parar estos días. Como rezando el rosario: dime de qué presumes y te diré que a ti España te la pela.

„Oye pero que el refrán no era así.

„Ya pero es que la tienen hasta el moño, a la señora.