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Un Nobel contra la violencia sexual

"Cada uno de ellos, Nadia y el doctor Mukwege, a su manera ha ayudado a dar mayor visibilidad a la violencia sexual en tiempos de guerra", señala el Comité Nobel Noruego

Un día del verano de 2014 la aldea iraquí de mayoría yazidí donde vivía Nadia Murad junto a su familia fue atacada por combatientes del Estado Islámico. Después de un asedio de varios días los combatientes del Daesh entraron en ella, reunieron a la población en la escuela y separaron a los hombres de las mujeres. Aquellos que se negaron a convertirse al islam fueron asesinados. A las mujeres las mataron de otra manera: fueron sometidas a violaciones colectivas y vendidas como esclavas sexuales.

Durante meses Nadia fue tratada como mercancía, fue esclava doméstica, vendida en el mercado de esclavos, fue ‘juguete’ sexual para combatientes de paso en puestos fronterizos. Tras varios meses de cautiverio, Nadia consiguió escapar de este infierno. Desde entonces lucha por dar a conocer el genocidio al que está sometido el pueblo yazidí y ha denunciado que otras muchas mujeres siguen en manos de sus captores sometidas a todo tipo de vejaciones.

En muchos países en conflicto la violación es una de las principales armas de guerra y el campo de batalla es el cuerpo de las mujeres. El doctor Denis Mukwege trata a niñas y mujeres que han sido sometidas a agresiones sexuales, torturas y mutilaciones. El doctor Mukwege se ha especializado en tratar a las víctimas de violaciones en grupo. Y lo hace prestando no solo ayuda médica, también ha creado redes de apoyo a las víctimas, dando cobertura psicológica e incluso poniendo en marcha programas de ayuda económica para que puedan salir adelante. Su compromiso con las mujeres y la labor que desempeña lo han convertido en un personaje ‘molesto’, hasta el punto de que, tras un atentado, tuvo que exiliarse a Francia. Actualmente vuelve a desarrollar su labor humanitaria en Congo, pero un equipo de fuerzas de paz de la ONU custodia su hospital continuamente para protegerlo.

La violación como arma de guerra, el rapto de mujeres y niñas para usarlas como esclavas sexuales es un feminicidio orquestado, un acto premeditado para acabar con las mujeres y generar daños que impacten en ellas y en la sociedad. Violentando a las mujeres se somete a la población y se humilla al enemigo. Así se acaba con el tejido social. A la mujer la violación la destruye como ser humano y a los daños físicos y psicológicos que sufren hay que sumar el rechazo por parte de su comunidad.

La valentía de Nadia Murad, que ha contado su experiencia en diferentes foros internacionales, y del doctor Mukwege, amenazado por los señores de la guerra en el Congo por realizar su trabajo dando soporte médico y psicológico a las víctimas, han permitido, sin duda, poner sobre la mesa, tras años de silencio, el uso de la violencia sexual como arma de guerra. Ambos han sido galardonados este año con el premio Nobel de la Paz. «Cada uno de ellos a su manera ha ayudado a dar mayor visibilidad a la violencia sexual en tiempos de guerra, para que los perpetradores puedan ser responsabilizados por sus acciones», señala el Comité Nobel Noruego.

Que la violencia sexual sea considerada como crimen de guerra ha sido gracias a la valentía y al esfuerzo de mujeres como Nadia y como muchas otras que, dejando a un lado el enfoque victimista y paralizador, han dado un paso al frente y han narrado su experiencia dejando atrás la visión patriarcal de las mujeres como víctimas pasivas de los conflictos armados.

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