Como ya llevo más de cinco años y doscientos cincuenta amores a presión (muchas gracias, LaOpi, no sé cómo me aguantáis), creo que ya puedo hablar con cierto conocimiento de causa de la capacidad de influencia del articulismo crítico sobre las políticas, prioridades y decisiones de nuestros equipos de mandantes, ya sea en la mandantía municipal como en la regional, habituales destinatarias de mis diatribas de los martes. O sea, ¿sirven para algo estos textos, cambian algo, matizan al menos las declaraciones de nuestros amados líderes? Os voy a ser sincero: la respuesta corta es que no. La larga, que viene a continuación, es peor aún: en ocasiones, la crítica parece producir empecinamientos inexplicables. Si queréis un ejemplo reciente, la campaña #BiblioRegionalAbierta, que he aireado bastante por aquí y que protestaba contra el último recorte del horario de apertura de la Biblioteca Regional (el chocolate del loro en una Consejería, la de Cultura, que acaba de gastar 300.000 euros en la restauración de la fachada de una iglesia de Cartagena, o casi 70.000 euros en el aire acondicionado del museo de la Cofradía de la Sangre), no solo no ha conseguido que la consejera Guardiola dé la más mínima explicación del recorte: es que pasan los meses y lo que era provisional deviene definitivo por enfurruñado silencio administrativo.

Es por eso que he decidido, digamos, cambiar el rollo. La matraca no sirve. Hay que ser proactivo. Sinérgico. Mindfulnessiano. Me he comprado veintisiete libros de autoayuda y todos coinciden: la queja es mal. La reivindicación denota inmadurez. Movilizarse es tóxico y te deja los chakras torcíos. Lo suyo es el amor, sí, y además sin presión. Así que toca reinventarse. Zen. Aikido. Huelga japonesa. Psicología inversa. #BiblioRegionalCerrada. De misa a nuestra casa, a ver Telecinco, claro que sí. #ElTrenPorArribaNosotrosPorAbajo, hombre ya. Y más conciertos educativos, por favor. Y en la pública, que suban las ratios un poco más. Faltan urbanizaciones en el Mar Menor (y que pongan ya la pasarela de La Manga), y para esas murcianas que abortan, ¿por qué no un nuevo impuesto al fracaso?

Vienen las municipales y autonómicas y yo qué puedo decir. Que todo es bien. Que ojalá vuelvan los clásicos de todas las campañas, en la capi ese anunciar que ahora sí vamos a tener parque de Toyo Ito, ese publicitar nuevas líneas de tranvía (¡hasta la Arrixaca!). Y en lo regional, un repetir lo de seleccionar personal para el aeropuerto de Corvera, que eso nunca falla ni nos hace sentirnos para nada como si nos estuviérais tomando por idiotas. Y un «agua para todos ahora sí que sí de verdad de la buena que me muera si miento» también estaría bien y resultaría súper creíble a la par que original.

Escrito queda. Si mi coach tiene razón y me funciona lo de la psicología inversa (esto es si nada de esto se cumple de aquí a las elecciones), prometo cambiarle el nombre a la columna. ¿Sí o qué?