Partiendo de la premisa de que la cultura es prescindible en un mundo donde el paro, los desahucios, la sanidad para todos y la educación de calidad son problemas y asuntos a los que la Administración debe acudir, podemos considerar la cultura como un adorno, un lujo que nos podemos permitir o suprimir cuando sea necesario.

Los museos, los teatros, los centros culturales no son un servicio esencial, ni siquiera para las Administraciones locales, ya que solo están obligadas a mantener las bibliotecas en los municipios con más de 5.000 habitantes; el resto de los equipamientos culturales quedan a discreción de los municipios.

El patrimonio cultural siempre ha estado en esa categoría de prescindibles y el patrimonio arqueológico ha sufrido la voracidad del progreso y la modernidad de nuestras ciudades y pueblos. Cada ladrillo, cada trozo de tapia o cada fragmento de cerámica, es susceptible de dibujar, inventariar, catalogar, restaurar, investigar y musealizar, siempre y cuando sea un profesional del sector quien lo decida o cuando mucho un equipo técnico. La cuestión está en quién forma ese equipo técnico.

Me da mucha risa y a la vez rabia, ver como los profesionales de la historia y del patrimonio cultural que durante décadas han estado clamando en el desierto por la recuperación de nuestra memoria y nuestro legado patrimonial vean ahora que vienen ´otros´ a explicarnos como se debe hacer eso de la puesta en valor de la arqueología, del patrimonio etnográfico o de la historia local.

Cuando los arquitectos, promotores y constructores ganaban mucho dinerito construyendo dúplex, pisos y urbanizaciones en la huerta de Murcia sin tener ningún tipo de miramiento si lo hacían sobre una acequia o un molino, o cuando construían nuevos edificios en la ciudad de Murcia sin respetar la tipología de una ciudad barroca o los modelos de las casas de habitación del siglo XIX, no les escuchábamos hablar tanto de memoria, de patrimonio o de historia.

Quienes nos ocupamos de la divulgación del patrimonio desde hace muchos años hemos estado trabajando en precario y por un mísero sueldo, aun habiendo estudiado carreras universitarias y realizado másteres, cursos de doctorado y tesis doctorales que hemos pagado como todos los demás profesionales universitarios y hemos escuchado como nuestros familiares y amigos nos decían que para qué estudiábamos humanidades. Eso no da dinero.

Los guías turísticos, educadores de museos, mediadores culturales, gestores de patrimonio, los equipos técnicos de cultura en las distintas Administraciones se merecen un respeto, una valoración o por lo menos que les consulten. Es cierto que todo el mundo relacionado con la cultura tiene derecho a contar lo que sabe, pero me sorprende que quienes nunca han hecho divulgación se pongan ahora a explicar la Catedral o el Teatro Circo. Me parece perfecto. Pero, por qué no se acercan también a la avenida Juan Carlos I, a Juan de Borbón o van a Joven Futura y explican el respeto al patrimonio allí.

Hemos pasado de destrozar sin miramiento cauces milenarios, estructuras medievales, norias, molinos, de tirar escudos nobiliarios a la basura o de arrancar esculturas monumentales de su lugar a conservar sí o sí cualquier mínima expresión de nuestro pasado.

En estos tiempos, la conservación, restauración y musealización de piezas arqueológicas y elementos patrimoniales en demasiadas ocasiones no está basada en el criterio científico y técnico sino que es el aparato de propaganda el que decide. Decidir en qué se gasta el dinero público con respecto al patrimonio arqueológico y monumental requiere de un plan director muy pensado, consensuado y concreto que permita llevar un camino y no abandonarlo aun cuando cambien las corporaciones.

Ahora parece que todo lo que se encuentre en una excavación arqueológica aunque aporte una mínima información histórica debe conservarse y, lo que es menos entendible, debe musealizarse, y eso a no ser que tengamos el Almacén número 13 de aquella serie americana en la que en una instalación del Gobierno de los Estados Unidos se custodiaban todos los objetos sobrenaturales de la humanidad, no creo que sea posible.

Nuestros municipios están repletos de yacimientos arqueológicos, bienes de interés cultural y elementos de patrimonio y me sorprende que se vuelva a despreciar a quien a duras penas se ha dedicado a divulgar lo que el progreso urbanístico nos dejaba y ahora se nos desplaza para que otros perfiles profesionales nos vengan a enseñar lo que tenemos grabado a fuego en nuestras mentes. Gracias por mostrarnos el camino, pero dice el refrán que el necio no distingue entre el valor y el precio.