Nos gusta la biodiversidad, lamentamos profundamente la disminución y homogenización de la fauna y la flora de nuestro planeta, causada por nuestra depredación insaciable y letal; sin embargo, queremos hacer algunas precisiones sobre la persistente y peligrosa supervivencia del cenutrio.

El cenutrio es una especie extraña de mamífero, un misterio biológico que interroga la selección natural de Darwin, pues por sus características no parecería que estuviese dotado para llegar hasta nuestros días. Eppur si muove.

De aspecto corriente, su fenotipo no expresa ninguna de sus propiedades más genuinas, que vamos a destallar brevemente aquí.

Es bípedo, lo que hace suponer que su cerebro, como en el resto de los sapiens, ha evolucionado tanto en su volumen como en la densidad y calidad de sus conexiones neuronales y, sin embargo, contradiciendo lo anterior, su capacidad de aprendizaje es notablemente escasa. El cenutrio se repite. Se resiste a la experiencia y se manifiesta fiel a sí mismo con una tozudez que debería haberle causado problemas durante la evolución, pero que, en determinados momentos históricos, especialmente durante el Pleistoceno y la Edad Media, se convirtió incluso en una ventaja evolutiva. Su visión es binocular, pero su campo visual no alcanza los 180º como suele suceder, salvo excepciones, entre los demás mamíferos bípedos, sino que se reduce a unos escasos 90º, por lo que su interpretación de las cosas está plagada de autoengaños y omisiones; puede interpretar, por ejemplo, que una mujer es solo una peluca rubia y unos labios bien pintados. Obsérvese la considerable y peligrosa reducción de su mirada.

Los cenutrios son osados, pero su osadía no es producto de su valor sino fruto de su inconsciencia. Se atreven a manifestar sus opiniones con desparpajo sin pensar en las consecuencias, pues sus propios intereses son los únicos que habitan el mundo hiper-reducido en el que se mueven, dejando de percibir otras circunstancias hasta casi negarlas. Si su cerebro le permitiera percibir alguna diferencia ajena podría censurar un poco su conducta, lo que no sucede con demasiada frecuencia. El cenutrio pertenece a una rama del primitivo macho alfa, y su relación con las hembras se realiza invariablemente desde una supuesta posición de dominio, solo que éstas, aunque algunas conservan también ciertos caracteres cenutrios, son más evolucionadas que ellos y ya no reciben sus embates agachando la cabeza. Lo cual nos congratula.

El cenutrio es ontológicamente impulsivo. Su lóbulo frontal carece de suficientes conexiones neuronales para apaciguar los impulsos que surgen de su bulbo raquídeo, el cerebro reptil, el menos evolucionado, que todavía persiste en la especie homo. Sus pabellones auditivos, normales en apariencia, no acceden a unos órganos adecuados, sino que sufre de una sordera congénita, causante del bajo nivel de aprendizaje que lo caracteriza. No escucha, y su aislamiento reiterativo lo sume en una especie de autismo funcional que retroalimenta sus opiniones; su diálogo es exclusivamente con sus congéneres, quienes confirman sus superficiales argumentos en un peligroso y reiterado sesgo de confirmación.

Algún naturalista les ha llamado 'la especie Sísifo', pues el cenutrio, recalcitrante, tropieza invariablemente en la misma piedra: la de la incontinencia. Esta característica se expresa mucho más en aquellos que han alcanzado mayor visibilidad en el grupo: aunque íntimamente acomplejados por su incompetencia, no retroceden cuando perciben su incapacidad, sino que se envalentonan como toritos y toman la palabra para reiterarle al mundo sus cenutriadas. El mundo les mira con disimulada condescendencia.

La relación del cenutrio con el machismo es histórica, podríamos decir que se trata de la especie en la que más abunda e incluso que es entre los cenutrios donde el patriarcado más rancio se multiplica.

Sin embargo, la especie tiene los días contados, los biólogos sospechan que su supervivencia no está garantizada y que, por fin, lo que eran inexplicables ventajas evolutivas se han convertido en claras desventajas, por lo que auspician que asistiremos a su progresiva y total extinción.

Amamos la diferencia, la biodiversidad forma parte de la plural y maravillosa belleza de un mundo que no cuidamos lo suficiente, pero la progresiva extinción del cenutrio no puede más que alegrarnos. Por nosotras, por ellas, por nuestras hijas.