Síguenos en redes sociales:

Berberechos

Uno comete errores en su matrimonio que ya son irreversibles, disparates para los que no hay vuelta atrás. ¿Cómo se me ocurriría obligar a mi legítima a probar el caldo de los berberechos? Años y años rogando que lo probara y obteniendo como única respuesta un NO. Te estás perdiendo un sorbo di cardinale, con su pimienta y un chorrico de limón€ ¡Que NO! Pruébalo, está mejor que los berberechos, le aseguraba. «Cuando quieras -me respondía- compramos latas a medias: yo me como los berberechos y tú te bebes el caldo». Como digo, han sido décadas compartiendo sólo con mi hija ese insuperable licor de mar: la mitad para cada uno; décadas deseando que pincharan el último berberecho para coger el plato con las dos manos, llevármelo a la boca, meter medio morro en el caldo y sorber como un niño goloso. Pues ¡cojones! hace un año, tras tanta insistencia mi legítima decidió probarlo€ ¡Qué bueno está esto! ¡Llevabais razón! Desde entonces ni mi hija ni yo hemos vuelto a saborearlo. En cuanto se acaban los berberechos, se lanza como una loba a por el plato y en que nos vemos de quitárselo de la boca para humedecernos a malas penas los labios con lo poco que deja del preciado sorbo. Cada lata que abrimos se convierte en una nueva lucha. «¿No habéis tenido suficiente con más de veinte años disfrutando del caldo vosotros solos sin compartirlo conmigo? ¡Egoístas!» Lo dicho: cuántos errores se cometen en el matrimonio.

Pulsa para ver más contenido para ti