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Unidos, podemos; divididos, no

Corrían los 90, aproximadamente a mediados de esa década. Izquierda Unida, bajo el liderazgo de Anguita, subía en las encuestas, hasta el punto de que en Andalucía ya andaba por el 20%. El político cordobés era, además, el más valorado por la ciudadanía. Y todo ello desde un planteamiento de ruptura con un bipartidismo (´las dos orillas´) crecientemente amenazado por el ascenso de la coalición de izquierdas.

Y en esto que se desatan dos operaciones desde las élites del Régimen. Por un lado, una tan poderosa como mezquina campaña de prensa encaminada a deteriorar la figura de Anguita y las posiciones de IU. Por otro, la eclosión de un sector crítico (Nueva Izquierda) que arremetía contra aquél y las políticas por él auspiciadas con una virulencia impropia de compañeros y compañeras de organización. Sector que, por cierto, acabó en el PSOE. El resultado es conocido: IU reorienta su política hacia una posición de subalternidad respecto del PSOE y Anguita queda defenestrado. El orden reina en Madrid.

En estos tiempos hemos asistido a un proceso que presenta algunas concomitancias con el descrito. Existe un proceso de convergencia de organizaciones políticas y sociales que se nuclea alrededor de Podemos y que se materializa en Unidos Podemos y en las confluencias.

De entre éstas, en la catalana y la gallega el proceso unitario ha llegado hasta el punto de que se han constituido nuevas organizaciones políticas. Y, en términos generales, en base a propuestas de ruptura con el Régimen realmente existente. Pues bien, obviamente a éste y a las fuerzas que lo soportan (el tripartito conformado por PP, PSOE y Ciudadanos) no les hace ninguna gracia que se conforme un poderoso bloque social y político que plantee una enmienda a la totalidad al sistema desde posiciones plausibles y factibles. Y han recurrido a lo que ya hicieron en el pasado: intentar sembrar la división tanto en el seno de Podemos como entre esta organización y sus confluencias, fundamentalmente IU. Presentar a este nuevo sujeto político como escindido entre ´moderados´ y ´radicales´, e intentar debilitar al liderazgo que encarnaría las posiciones presuntamente ´irresponsables´ y ´antisistema´: así se redondearía la operación.

Lo que finalmente ha ocurrido en Podemos es conocido: se ha reafirmado el liderazgo que apuesta por un proceso constituyente superador del Régimen del 78 y, consiguientemente, se consolida la unidad de las confluencias en torno a una propuesta honesta de ruptura democrática. Las actitudes que en Podemos pudieran ser consideradas como más hostiles a la convergencia han retrocedido. También las posiciones que en IU se entienden como identitarias, renuentes al proyecto de Garzón de confluir con Podemos y otras fuerzas en una nueva entidad política.

En mi opinión, queda lo más difícil: gestionar adecuadamente este impulso hacia una unidad cimentada en la conformación de una alternativa en la que se vean representadas las clases populares de este país. Unidos Podemos debería ser algo más que una alianza electoral para pasar a ser una entidad unitaria que en los pueblos y barrios pase a hacer política, pegada al terreno, todos los días. En definitiva, que recorra, al menos en parte, el camino que ha llevado a constituir En Marea (Galicia) y Los Comunes (Cataluña). Y con dos ideas muy claras.

Primero, es fundamental estar con la gente que lucha en la calle y en el trabajo, porque el cambio viene en esencia de ahí. Tenemos un ejemplo muy claro en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Es esta organización la que para los desahucios, no las normas legales que presuntamente han emanado de las instituciones para hacer frente a estas situaciones. Otra obviedad: la precariedad laboral extrema no se va a resolver si la gente afectada no se moviliza, en la misma medida que las huelgas trajeron la jornada de 8 horas y los derechos laborales.

Segundo, hay que ofrecer a la gente una propuesta programática que sea tan ilusionante como factible, y que sirva de contraimagen a este escenario de corrupción y desigualdad en el que chapoteamos.

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