La BBC ha publicado recientemente en su página web un reportaje sobre los mejores países para los expatriados, entiéndase inmigrantes de buena posición. Uno de los seleccionados es Malta. Todas las rosas tienen espinas y entre las pegas que los residentes británicos encuentran en el privilegiado rincón mediterráneo está que sus habitantes duermen la siesta y esto impide a ciertas horas el acceso a bienes y servicios. Se desprende que dormir la siesta puede ser un inconveniente importante.

La somnolencia que invade a primeras horas de la tarde después de comer es un fenómeno universal, pero suele recibir nombres diferentes en las publicaciones en lengua inglesa según quienes la duermen. Fuera de nuestro entorno geográfico y cultural muchas personas también duermen después del almuerzo y para nombrar el período transitorio de somnolencia diurna se utiliza preferentemente el término 'nap', siesta en inglés.

Por otro lado se escoge la palabra española 'siesta', no siempre en sentido positivo y a veces asociado más bien a pereza o vagancia como hace la BBC, al referirse a costumbres de países mediterráneos e hispanoamericanos. En tales casos el término sigue la estela de otros estereotipos, merecidos o no, con los que nos adornan algunos seguidores de la tradición puritana y calvinista, no sólo británicos por supuesto. Lo cierto es que en nuestro país la siesta larga la duermen unos pocos privilegiados y algunos sólo durante el fin de semana cuando tienen tiempo para ello.

Tampoco son mayoría quienes pueden descansar un rato, durmiendo o no, después de comer. Muchos reconocen que no duermen siesta porque se sienten peor al despertar.

Por si faltara algún elemento para el debate, el actual presidente norteamericano ha rehabilitado a un gran defensor y practicante de la siesta, Winston Churchill, quien según su biógrafo Roy Jenkins la dormía habitualmente. El busto del mandatario británico vuelve a su emplazamiento original y sustituye al de Martin Luther King en el despacho oval de la Casa Blanca. Las de Churchill eran siestas largas y nunca han recibido críticas puritanas. Según cuentan King las dormía bien acompañado.

No importa quien la duerma y como la llamen, la siesta es beneficiosa para la salud siempre que sea breve. Alivia la fatiga, despeja, mejora las funciones mentales y permite seguir con las actividades cotidianas. También plantea problemas. Si es prolongada puede interferir en el sueño nocturno. Si además incluye sueños puede estar revelando en el mejor de los casos un déficit en alguna de las fases de sueño.

En general dormimos poco y los problemas de sueño tienen su efecto en cómo nos encontramos durante la vigilia, en el estado de ánimo y en nuestro rendimiento intelectual. Para aliviarlos disponemos de la higiene de sueño, conjunto de técnicas que ayudan a dormir mejor. Si los problemas del sueño afectan de forma intensa a su inicio o duración y se prolongan debe consultarse a especialistas.

Lo recomendable es dormir todo lo que se pueda por la noche y si le entran ganas y puede hacerlo, duerma una siesta breve. Aunque le den otro nombre, casi todos lo hacen.