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Ascos a la Hispanidad

Viene repitiéndose año tras año, pero cada vez con más virulencia. Ya no se trata de no participar en los actos que festejan el Día de la Hispanidad, sino de una competición sobre quién es capaz de lanzar más ofensas y más profundas hacia esta festividad. Ese es el reto de los nacionalistas radicales de comunidades autónomas como la catalana. Basan su lucha en la eliminación del contrario, algo que nos es sobradamente conocido en la historia de la humanidad. El desafío de abrir los ayuntamientos en una fiesta nacional no tiene mayor importancia si no fuera por los gestos simbólicos de los que se acompañan, como romper una resolución judicial delante de los ciudadanos. Si no respetan la ley, ¿cómo pueden exigir a los vecinos de esa localidad que paguen los impuestos y tasas municipales o que cumplan con las ordenanzas emanadas del consistorio? Posiblemente no haya país en el mundo en el que haya tantos partidos que renieguen de su fiesta nacional, que conmemora el descubrimiento de América y un idioma e historia comunes de tantos millones de personas. ¿Qué pasaría si en la Diada abrieran sus puertas ayuntamientos o comercios y empresas y se caricaturizara la figura del absolutista archiduque Carlos que ofreció el oro y el moro a los catalanes que le apoyaron en la Guerra de Sucesión contra Felipe de Anjou? Otros, como Pablo Iglesias, se niegan a participar, hecho que hay que respetar, porque se realiza un desfile militar, cuando Podemos es la única formación que ha llevado en sus listas electorales a un militar del rango del antiguo jefe del Estado Mayor de la Defensa. Cuántas contradicciones hay que ver.

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