Nada más fácil cuando algo va mal que echarle la culpa a los demás. Y si uno dirige un país o una región, con más motivos. Sacudirse responsabilidades, endosándole el ´muerto´ al de enfrente o al de al lado, es uno de los deportes que mejor practica el ser humano. Aquí y allá, que en eso no hay grandes diferencias entre negros, blancos o amarillos.

Aquí, cuando después de un verano aciago en el Mar Menor, el presidente de la Comunidad intenta escurrir el bulto culpando al trasvase del Ebro y a los socialistas de la situación desastrosa de la laguna. Allá, cuando Cospedal procura campear el temporal disparando a bocajarro (políticamente) sobre el magistrado del Supremo Conde-Pumpido, una vez que trascendió que el Tribunal Supremo investigará a Rita Barberá por supuesto blanqueo de dinero del grupo popular en el ayuntamiento de Valencia.

El Mar Menor se muere, y se buscan culpables fuera. El PP está ´hecho unos zorros´, minado por la corrupción, y Rajoy mira para otro lado. Son sólo dos ejemplos. Pero cualquiera podría añadir a su lista particular muchos más.

Nada que ver con lo que dejó escrito Dostoievski, «el mejor conocedor del alma humana de todos los tiempos», según Stefan Zweig, en Los hermanos Karamazov: «Cada uno de nosotros es culpable de todo ante todos, y yo más que ninguno». Como vemos, el escritor ruso, cargando como buen humanista con el mundo sobre sus espaldas, no tiene ningún reparo en acusarse a sí mismo. En asumir incluso culpas que, en todo caso, serían colectivas. Todo lo contrario de lo que se lleva ahora, que no es otra cosa que acusar a los demás, en un mundo en el que ya no hay cabida para emitir el menor juicio crítico sobre obras o comportamientos propios. Dejo de lado, como ven, el término ´autocrítica´, con connotaciones espurias.

Tiene razón Fabrice Plinski cuando afirma que, retorciendo la frase de Dovstoievski, lo que diríamos hoy en día es: «Cada uno de nosotros es una víctima y yo más que ninguno».

Pedro Antonio Sánchez se aplica este cuento a rajatabla. Todos sus males políticos tienen un origen externo. Es víctima de un grupo mafioso que lo quería liar, de un sistema judicial que lo persigue y de una oposición que le tiene inquina y emplea una «estrategia ruin y canalla, calculando los tiempos para hacer el mayor daño posible a (su) persona, como responsable político y público, y al partido».

PAS tiene, desde luego, la rara habilidad de pasar de acusado a víctima sin pestañear. Los cargos de presunta corrupción que lo persiguen en los casos Auditorio o Nogalte, la acusación formal de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil de estar relacionado con la trama Púnica son invenciones, dice, de quienes buscan su ruina política. De ahí a convertirse en mártir de una cruzada orquestada contra su persona sólo hay un paso. Aunque arrastre en el intento a su partido. El espectáculo de adhesión al ´líder´, protagonizado por decenas de cargos electos del PP regional el pasado mes de junio en la Asamblea, es buena prueba de ello.

Los males de la región también son culpa de los demás. En eso no inventa nada sino que sigue el victimismo de Valcárcel. Borra, pues, de un plumazo los cinco últimos años de Gobierno central de Rajoy y los veinte del PP regional y se remonta a Zapatero, fuente de todas las plagas. Hasta llegar a la conclusión de que «si el Mar Menor está así es porque un partido [el de Tovar] impidió que los agricultores murcianos estén regando sus tierras con agua del Ebro». Uno, que no está en contra de un hipotético trasvase del Ebro (como sí lo está la mayoría de afiliados del PP, por ejemplo, en Aragón), se pregunta qué tendrá que ver una cosa con la otra. Mal andamos si la solución del Mar Menor depende del trasvase del Ebro. De un trasvase que ni está ni se le espera, gobierne quien gobierne.

Hay mares menores, como hay dioses o presidentes menores. En lo que a la laguna salada se refiere, convendremos que hemos estado y estamos ante un PAS menor. Un presidente empequeñecido, desnortado, victimizándose a sí mismo y que ni por forros ha sabido estar a la altura de las circunstancias.