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Allen

Cuando un cinéfilo se declara admirador de Woody Allen, todas sus películas le gustan. No hay malas; unas son mejores o peores que otras, pero en su conjunto lo que se aprecia es la coherencia, el modo de enfocar los asuntos y la puesta en escena de diálogos que desvelan (artísticamente) las obsesiones del autor, siempre de manera sistemática. Resulta cómodo seguir la trayectoria de Allen pues se concreta en una película por año: hay, pues, tiempo para digerir su discurso. Discurso que tiene que ver, siempre, con la frustración sexual, la muerte, la mecánica cuántica, los judíos, las nulas evidencias de Dios, etc. La de este año, Café Society, cómo no, es portadora de tales obsesiones. Con todo, si de destacar un film de Allen se tratara, lo haría con Blue Jasmine. Igual la veo por quinta vez.

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