Acabo de leer El murmullo del tiempo (Manuel E. Mira), libro que, a través de quince capítulos, nos habla de costumbres, usos y ritos de la huerta de Murcia en tiempos pretéritos. De todo lo leído me ha impresionado lo que en él se relata sobre el 'mal de ojo'. Debido a mi formación científica y cartesiana me cuesta mucho trabajo tomar en serio ciertas cosas, y esta es una de ellas. Ahora bien, leyendo sobre el particular y documentándome sobre el susodicho mal no he podido, por menos, que recordar una noche en la que una buena mujer, ante el lloro desconsolado de mi nieto mayor, tres meses tenía, nos dijo que 'padecía del mal de ojo'. Se acercó a él y algo hizo para que el crío se calmara. Al día de hoy, siete años va a cumplir, no las tengo todas conmigo.

Al hablar con otras personas, casi todas dicen lo mismo? No creo, pero, evidentemente, hay algo. Tengamos en cuenta que no es algo privativo de la Región de Murcia? Por cierto una de las protecciones más usadas contra este mal es la Cruz de Caravaca. En Las Vascongadas y Navarra, según algunos antropólogos, para la protección usan amuletos de bronce y plata. En Álava cuelgan cencerros a las vacas, como residuo de antiguas reliquias que hacían ruido para ahuyentar a los males que se creía que acechaban al ganado. No sólo gozamos de este 'privilegio' en nuestras latitudes; tanto en Asia como en Latinoamérica está muy presente.

Según las creencias más extendidas el 'mal de ojo' se debe o es efecto de una envidia malsana incluso de admiración que a través de la mirada del envidioso, directa, a través de símbolos e incluso mental provoca un mal en el envidiado; y a vecesen el admirado, provocándole continuos episodios de mala suerte y desgracias.

Además de dichos episodios nos encontramos, parece ser, con una sintomatología propia, a saber: cansancio, infecciones oculares severas, adormecimiento o pesadez? que terminan enfermando gravemente y llegando incluso a la muerte. Los niños pequeños manifiestan supuestamente el mal con lloros incontrolados e inexplicables. Parece ser que hay alguna que otra derivación o variedad en el mal de ojo denominada 'aliacán', consistente en tristeza profunda y ganas de llorar.

¿Puede diagnosticarse este mal? Se supone que sí. Volviendo a El murmullo del tiempo: «Tona tomó un candil y un tazón lleno de agua. Vertió aceite del candil sobre el dorso de la mano izquierda de Andrés y dejó que una gota se deslizara hasta el borde del dedo corazón mientras ella rezaba unas jaculatorias que nadie alcanzaba a oír. La gota de aceite cayó en el centro del tazón, pero al tocar el agua la gota se extendió rápidamente hacia los bordes del mismo. Repitió la operación dos veces más y en las dos veces ocurrió igual que en la primera» [?] Tona dijo: está pasaíco, está pasaíco del mal de ojo. Lo han ojeado entero. Se nota que lo han envidiado mucho». (Pág. 73).

Por lo hablado con personas que han pasado por este trance o han sido testigos, el diagnóstico a través del aceite es el más extendido.

¿Cómo se cura? Lo más acertado es el reposo durante varios días, no exentos de intranquilidad, episodios de vómitos, convulsiones, sudores y delirios. En cada uno de estos estadios hay que lavar el cuerpo del poseído restregándole con un hisopo hecho de hierbas y bebiendo pócimas preparadas para tales momentos.

Como en tantas cosas, podemos creer o no; ahora bien, es evidente que algo hay cuando tantas personas se preocupan por el asunto. Enrique de Villena, en 1425, escribió un tratado sobre el 'mal de ojo' o 'aojamiento'. En 1862, Joaquín Bastús escribió que la palabra griega 'envidia' venía de la expresión «aquella que nos mira con mal de ojo», y que los griegos protegían a los jóvenes marcando sus frentes con barro o cieno. El libro del Corán alude al mal de ojo: «Los infieles casi os hacen dormir con sus miradas», y entre los males de los que hay que protegerse se alude a «el mal de un envidioso cuando envidia».

Por todo esto, tengamos a mano algún elemento apotropaico: Dicho de un rito, de un sacrificio, de una fórmula, etc., que, por su carácter mágico, se cree que aleja el mal o propicia el bien.