Un rápido vistazo a la portada del Marca de ayer nos ofrecía tres titulares poco tranqulizadores: «Más presión», «La final de todos», y la frase entrecomillada de un futbolista: «Estoy asqueado, esto es de locos». Parecían referentes metafóricos de las portadas, también ayer, de la prensa murciana, que daban cuenta del penúltimo caso de corrupción en el PP, el de Los Alcázares „ya convertida en nuestra ´pequeña Valencia´„, donde la práctica totalidad del gobierno municipal de ese partido ha sido imputado por apañar, con supuestos trucos legalistas, una importante adjudicación de obra pública.

Y con la curiosa particularidad de que la hija del alcalde también deberá responder del hecho de haber sido contratada por la empresa adjudicataria casi al mismo tiempo de resolverse el expediente municipal, prueba evidente de que los dirigentes locales del PP aprenden rápido de las prácticas de sus líderes regionales. Como dice Benzemá: «Estoy asqueado, esto es de locos». Y es que ya no se puede leer ni el Marca.

Mariano Rajoy, su más famoso lector, vino ayer, en mala fecha, a refugiarse en Murcia, donde le esconderían la prensa regional. Pero es que da igual. Si hubiera venido hace unos días habría podido leer, si lo hubieran dejado, que su partido, a pesar de su política hidrológica antidesalación „ya también, en la práctica, antitrasvasista, es decir, ni esto ni aquello, la no política, mentiras para todos„ debe hacer artes malabares para explicar que, si nadie lo remedia, los murcianos estaremos pagando hasta los años 30 más de un millón de euros mensuales por el capricho de construir una desaladora, promovida desde lo público y entregada a una empresa privada „eso sí, Mariano, del presidente del Real Madrid„ con la garantía para los beneficiarios de no asumir el riesgo de las pérdidas, a fin de surtir de agua, en pleno ejercicio del ´murcianismo de amiguetes´, a los negocios de los que luego van a las bodas familiares de tan generosos políticos y, a su vez facilitan otros negocios para los allegados de éstos, según la instrucción judicial del caso Novo Carthago. Y encima, los agricultores se enteran ahora de que la desaladora se hizo para ellos, no para los constructores, poniéndolos de testigos falsos de una necesidad sobrevenida con el tiempo, una vez que ya no hay agua para nadie a pesar de que el PP gobierna en España y en Murcia, en otro tiempo tras la pancarta (donde también se situó Rajoy) de «Agua para todos».

Pero si el presidente en funciones hubiera venido cualquier otro día también podría haber leído en la prensa murciana, si es que la dejaban a su alcance, que los servicios jurídicos del Ayuntamiento capitalino de esta Región piden cárcel para las sucesivas cúpulas de Urbanismo nombradas por el ya exalcalde Cámara, hasta hace cuatro días secretario general del PP, cargo que tuvo que dejar por imposición de Ciudadanos, uno de los partidos con los que ahora Rajoy quiere coaligarse, y al que se le ha birlado „Puerto Lumbreras, Molina de Segura y ahora Los Alcázares„ el compromiso de separar a los imputados de la vida política: una vez investido el presidente, ande el PP caliente y ríase la gente.

En fin, da igual el día en que Rajoy se dejara caer por aquí siempre habría una pepla. Y no es que Rajoy sea gafe, sino que donde quiera que vaya se da de bruces con un caso de corrupción protagonizado por dirigentes o representantes institucionales de su partido. Dicen que son ´casos aislados´, pero tanta isla constituye ya un archipiélago a punto de asemejarse al continente asiático. No hace tanto que el presidente del PP convocó una cumbre en Extremadura y el mismo día en que se celebraba tuvo noticia de que el líder regional utilizaba las dietas de las Cortes para ir a follar a las Islas Canarias.

Y ya a Valencia no va porque no queda nadie de cierta relevancia en su partido con quien poder hacerse una foto después de haber posado sonriente con todos los golfos de la zona, o por si se encuentra con la aforada Rita Barberá paseando su bolso Vuitton. Es probable que se cuide incluso de aparecer por la propia sede central de Génova, pues corre el riesgo de toparse con la Guardia Civil, habitual visitadora de esas oficinas, costumbre reiterada que pone de manifiesto el escaso crédito que los cuerpos policiales del Estado conceden al dicho de que «los ladrones no van a la oficina».

La letanía declarativa de Rajoy excluye habitualmente las referencias a la corrupción, pero ayer, tras leer el Marca y descifrar la metáfora aplicable de la frase de su admirado Benzemá „ «estoy asqueado, esto es de locos»„, tuvo el detalle de dar un titular: «La corrupción nos ha hecho mucho daño». Tómese nota de a qué le ha hecho daño la corrupción. Al PP. No al país, no a su imagen internacional, no a su economía, no a la confianza ciudadana en la clase política, no a la credibilidad del Gobierno y de las instituciones. No. La corrupción, se lamenta Rajoy, ha hecho daño al PP.

Muchos de sus altos cargos se han enriquecido con pelotazos, sobresueldos, sisas y cafelitos, de tal manera que lo correcto sería decir que «la corrupción del PP ha hecho mucho daño». Pero para Rajoy, es su partido el que sufre por lo que los del PP, consentidos por él, afanan. Pero aun así no se explica, si es que considera que la corrupción solo perjudica a su partido, que afore a los presuntos para que esquiven las investigaciones judiciales, que haya promovido leyes para limitar temporalmente las pesquisas complejas de fiscales y jueces o para diluir el concepto de imputación y rebajar así el reproche social a los presuntos. Se diría que el Rajoy convive muy satisfactoriamente con el ´daño´ que la corrupción produce a su partido, pues de no ser así adoptaría posiciones más expeditivas y predicaría „por ejemplo, en Murcia„ la tolerancia cero, al menos la comprometida en el pacto de investidura del presidente regional.

Todo esfuerzo de regeneración y actualización del PP, como el que parecía querer intentar Pedro Antonio Sánchez al principio de su mandato quedará aplastado mientras sobre las nuevas generaciones y los nuevos equipos persistan los dinosaurios que practican el autismo político y entienden ya la política como un refugio.

El tancredismo de Rajoy pasaría por anecdótico, una singularidad personal irrelevante, si no estuviera conduciendo a su partido a un callejón sin salida y forzando a quienes podrían venir a renovarlo a hacer el papel del palmeros de la nada.

Los anfitriones de Rajoy tuvieron ayer la prudencia de no llevarlo a visitar la desaladora de Escombreras, las instalaciones del aeropuerto de Corvera, la sede de Contemtpolis, el superordenador del Parque Científico o el solar de la Paramount. Habiendo tanto lugar emblemático para elegir de entre los promovidos por el PP lo condujeron a uno que ya estaba ahí antes de la gobernación popular, la sede de la cofradía de los ´coloraos´, donde fue atendido por el hermano y por el sobrino exconsejero de Valcárcel en prueba una vez más de que todo queda en casa.

No está acreditado, rodeado de tanta complacencia, que preguntara sobre si en Murcia hay alguna fórmula para aforar a esos buenos chicos del ayuntamiento de Los Alcázares. Pero le habría pegado poner a la hija del alcalde de la localidad como ejemplo acerca de lo fácil que resulta ya encontrar un puesto de trabajo.