No hay nada como la muerte para que el personal se dé cuenta de lo estupendo que eras, te reconozcan medallas, honores, premios y condecoraciones. Esta situación, común y repetida en los velatorios, es similar a los numerosos reconocimientos que estamos recibiendo en las últimas semanas en UPyD, tanto en privado como en público. En estas mismas páginas se han publicado algunos.

En mi propio nombre y en el de todos los que formamos UPyD no podemos más que agradecer estas manifestaciones hacia nuestra labor política durante estos ocho años. Sin embargo, no estamos muertos. Estamos aquí, en el tajo, seguimos trabajando día a día, criticando la acción de los gobiernos locales, del Gobierno regional y nacional, cuestionando las posiciones y acciones contradictorias de los demás partidos políticos, y aportando soluciones para la política nacional, regional y local que, en nuestra opinión, España necesita.

Este último año se ha producido un hecho aparentemente normal pero que, visto con perspectiva, dista mucho de serlo: los súbitos giros de las encuestas de intención de voto han sido más alentados por estudios demoscópicos, con pretensión de generar opinión e indicar qué hay que votar, que reflejar el verdadero estado de opinión de la ciudadanía. Si en psicología social la máxima es que la realidad se construye, cada estudio ha sido un ladrillo de ese edificio político que desean construir quienes siempre han optado por manejar las opiniones detrás de las bambalinas.

No deja de sorprender que el reconocimiento de la coherencia, rigor y originalidad de nuestras propuestas políticas vaya acompañado del pésame de que nos dirigimos a la irrelevancia. Multitud de ciudadanos creen que las ideas y las soluciones que UPyD ha puesto y defendido en la agenda política son las que necesita España. Esto debería ser lo relevante y no otras modas. ¿Por qué se ha secuestrado la voluntad de la ciudadanía para apoyar al partido que sienten les ha defendido de forma coherente, valiente y decidida? Las encuestas juegan su papel: «Comparto todo lo que decís, pero no vais a salir». Ese es el mantra que se pretende imponer para que opere como profecía.

Pero la última palabra del próximo 20D no es de las encuestas; son las urnas, y no la demoscopia, las que tienen que poner en el Congreso a los representantes que cada uno considere que mejor le van a representar. No hay nada escrito de antemano y la decisión en conciencia es de cada uno. Los españoles hemos de votar, más que nunca, en legítima defensa.

No deja de ser chocante que se reconozca la autoría de Rosa Díez, no sólo en la creación de UPyD, sino, sobre todo, en las posiciones que el partido ha defendido, y que se atribuya a su edad, su carácter, el marketing o el tiempo en política, como la ruina demoscópica de todo UPyD.

Sinceramente, eso no se sostiene. Y menos que se acuse de personalista a una persona que fundó el partido que inventó las elecciones primarias, y en el que todas sus decisiones políticas se toman en el Consejo Político -de eso doy fe-, mientras que se alaba y disculpa el personalismo y autoritarismo de Rajoy, Sánchez, Rivera e Iglesias.

Muchos piensan y dicen que UPyD es necesario y que nuestras ideas son las que se necesitan ahora. Pues aquí seguimos, aquí vamos a estar para defenderlas y para defender a la ciudadanía. Lo hemos demostrado ya con un impecable trabajo en las instituciones en la que hemos estado, llevando al intocable Rodrigo Rato a los tribunales, denunciando el caso Bankia o defendiendo, en solitario, a los miles de preferentistas. Esos son los compromisos y hechos que la gente debe juzgar, en legítima defensa de sus propios intereses, frente a quienes pretenden anular su voluntad con encuestas de opinión que tienen como último fin condicionar el voto.