Hace unos años estuve realizando un taller de lectura en el módulo de mujeres de la prisión de Campos del Río. Acudía cada semana a leer y comentar con ellas mi novela El último barco a América. Pero durante una de las sesiones estuve muy preocupado: resulta que entre las reclusas había cuatro mujeres de raza gitana y, ese día, en el capítulo que teníamos que leer, aparecía un árbol mágico cuyo fruto era recolectado por los gitanos en las noches de luna llena para introducirlo en la vagina de sus mujeres, y así hacerlas más fértiles.

«Si no ¿Por qué crees que hay tantos gitanos en España?», comentaba el protagonista. Pensé que cuando llegáramos a ese párrafo las cuatro mujeres montarían en cólera y, además de arañarme la cara, me dirían «ahora te vamos a meter a ti el libro por otro sitio, a ver si te hace gracia€». ¡Y era de pasta dura! Por suerte, se lo tomaron a guasa lo de los frutos€