Cuentan los mendigos que en estos últimos días los periódicos en los que se envolvían para mitigar la noche venían especialmente empalagosos, repletos de buenas intenciones y de promesas vanas. Un revoltijo de marcas intentando atraer clientes como vulgares moscas. Y no es que el pasado domingo se despertaran como Gregor Samsa, aturdidos por un ajetreo matutino inusual y voces que auguraban una metamorfosis. Simplemente tuvieron que abandonar sus diarios y cartones junto a los colegios electorales para dejar paso a la muchedumbre. Trasladaron precipitadamente sus enseres, aunque hace tiempo que dejaron de ser. Desprovistos de NIF y, lo que es peor, de alimento, asistieron con curiosidad al peregrinaje hacia la urna. Impasibles, temieron que aquello pudiera cambiar sus vidas. Qué el resto de ciudadanos fueran capaces de verles en vez de intentar apartarles de la vista. Que pasáramos de despreciarlos por su condición a tenerles alguna consideración. Que se intentará aplicar mayor justicia social en vez de caridad. No lo creían. Ya habían vivido otros empachos mediáticos de optimismo, otros gastos de papel para envolver la ciudad de propaganda, otros lanzamientos de buenos propósitos€ que habían acabado en un bluff. Malo es, pensaban, que la gente se distraiga con asuntos ajenos al fútbol. No hay nada como el balón para que todo ruede. Habían escuchado que el Murcia se la juega este fin de semana. Estaban eligiendo escaparate para echar una ojeada a la final de la Copa del Rey y de la Champions. Y no se querían creer, de ninguna forma, que algún malintencionado ligara corrupción al deporte rey. Que el fútbol entrara en el banquillo les sobresaltó sobremanera pues quizá era un símbolo evidente de que algo iba a cambiar. De que algo importante iba a suceder, que en algún momento llegaría su momento, como le llegó a Qatar con el Mundial. Y entonces alguien les dio la enhorabuena: son ustedes campeones pues Murcia es la región líder en tasa de pobreza. Pobres ellos y pobres nosotros, aunque es posible que el 24M no haya sido un domingo cualquiera.