Síguenos en redes sociales:

Los pactos que vendrán

Lo que está pasando en Andalucía podría ser la antesala de lo que nos espera tras las próximas elecciones municipales y autonómicas. Corporaciones fragmentadas, parlamentos autonómicos sin mayorías absolutas, conatos de ingobernabilidad, amenazas de repetición de elecciones€ Pero no creo que haya que alarmarse. Porque lo que algunos empiezan a presentar, interesadamente, como un caos institucional podría tener, desde mi punto de vista, un efecto catártico, incluso bueno para el país. Roto el mapa de las hegemonías que duran en muchos casos desde la transición, la recomposición del puzzle político obligará a formar nuevas mayorías a derecha e izquierda, exigirá una nueva cultura de pactos y hasta podría tener un impulso regeneracionista.

De hecho, las exigencias de la oposición andaluza para facilitar la investidura de Susana Díaz no son nada disparatadas. Son más que asumibles, y si al día de hoy la presidenta en funciones sigue cerrada en banda es más por no dar su brazo a torcer que por no poder cumplir las condiciones.

Así que, de confirmarse las encuestas, el panorama se presenta más bien alentador. Empezando por la región, donde el PP de Sánchez puede perder la mayoría absoluta y necesitar el apoyo de Ciudadanos. Estaríamos entonces ante un escenario casi idéntico al que se ha producido en Andalucía. Albert Rivera pediría, por coherencia programática, la dimisión del expresidente Valcárcel, responsable político aquí, al igual que Griñán y Chaves en su Comunidad, de los innumerables casos de corrupción que hemos padecido, así como el cese fulminante del delegado del Gobierno, imputado por presunta corrupción. Eso sin dejar de solicitar, como adelantaba Ángel Montiel el domingo, la creación de tres comisiones de investigación. Una sobre el aeropuerto de Corvera, otra sobre Novo Carthago, y una tercera sobre la desaladora de Escombreras. Y, claro está, llevaría enfilado al propio Sánchez en caso de que se conociera algún dato nuevo sobre los casos judiciales por los que ha sido investigado.

Bien mirado, sólo una fragmentación del voto permitiría, hoy por hoy, dinamizar la soporífera actividad parlamentaria de la Asamblea Regional y traer una bocanada de aire fresco a esta región. A la vista está que una revalidación de la mayoría absoluta daría una nueva patente de corso a quienes llevan más de veinte años pertrechados en San Esteban, colonizando la Administración y haciendo de esta tierra su ´cortij0´.

Si las alianzas en la derecha están claras, en la izquierda quedan como siempre por definir. Susana Díaz lo está comprobando en sus propias carnes. Es verdad que el PSOE también podrá contar con Ciudadanos, a escala nacional, para apoyos puntuales, pero no parece que sea esa una opción de futuro. Entre otras cosas porque no creo que el electorado de Rivera, proveniente en su mayoría de la derecha, le permita estar jugando durante mucho tiempo a dos bandas.

Así que al PSOE no le quedará más remedio, si quiere conformar mayorías políticas y sociales, que mirar a su izquierda. Y a la izquierda del PSOE, llámese IU o Podemos, no le quedará más remedio que mirar hacia el PSOE (la institucionalización de Podemos, sólo es cuestión de semanas). Les guste o no, tendrán que buscar puntos de encuentro en los programas y en las luchas de base compartidas, o resignarse a ser, nunca mejor dicho, un cero a la izquierda. La recomposición de la derecha, tras su fragmentación, no les deja otra opción.

Y ya que se avecinan pactos ineludibles, no estaría de más que unos y otros dejaran de jugar a confundir. Pedir el voto debería implicar dos cosas: decir lo que se quiere hacer y, llegado el caso, con quien se podría hacer. El eslogan retórico «Nosotros sólo pactamos con los ciudadanos», que tanto se oye estos días, está bien para los mítines. Pero a la hora de la verdad, habrá que definirse.

Electoralmente, no cabe ninguna duda, los tiempos están cambiando. Esperemos que no sea para que todo siga igual.

Pulsa para ver más contenido para ti