El PSRM, al final de un espectáculo digno de ´la casta´, en el que sólo la ausencia de sangre ha marcado las diferencias con cualquier otro tipo de mafia, encontró a su candidato para el ayuntamiento de Murcia. Después de destituir a Pedro López, que había sido elegido en primarias, el PSRM, de la noche a la mañana y a dos días de las elecciones municipales, se encontraba sin candidato a la alcaldía de la capital.

En consideración al motivo de la destitución, es decir, el desencuentro entre Pedro López y su ejecutiva, cualquiera hubiera podido pensar que en los partidos políticos existe vida inteligente, pero la ilusión se desvaneció al instante, cuando nos enteramos del contenido de dicho desencuentro, que no fue una divergencia en las ideas o en el programa, sino una pelea sobre los nombres a incluir en la lista que debía acompañar al candidato. Un yo-quiero-a-los-míos de cada cual dio al traste con las primarias y dejó al PSRM compuesto y sin novia.

Conviene recordar, de pasada, que precisamente por el asunto de las primarias, el PSOE dice ser el partido más democrático de España y es cierto que antes que en ningún otro, en el PSOE se hicieron primarias para la elección de candidatos, si bien también es cierto que, al mismo tiempo, el PSOE ha dado muestras de falta de respeto hacia este sistema desde sus inicios, como quedó manifiesto en el caso de Josep Borrell, a quien la dirección del partido, dirigida por el que había sido su oponente, Joaquín Almunia, le hizo la vida imposible hasta forzarlo a dimitir. Recientemente, el caso de Tomás Gómez quizá haya servido de inspiración a Rafael González Tovar para quitarse de en medio a un lastre y colorar en su lugar una opción más atractiva. Lástima que en esta hermosa tierra donde crecen sabrosas lechugas, no abunden los Gabilondos.

Parece como si Pedro López, a su vez, hubiera querido emular a Esperanza Aguirre echando un pulso a su ejecutiva, pero le fallaron los cálculos porque, afortunadamente, Esperanza Aguirre sólo hay una y a nosotros nos queda lejos, de modo que Pedro López se encontró saliendo por la puerta de atrás.

El caso es que después de una semana de incertidumbre, de sondeos y tentativas fallidas, el PSRM ha encontrado a su mirlo blanco para el Ayuntamiento de la capital, José Ignacio Gras, un histórico del PSRM que ofrece, al menos, una imagen respetable y digna y que, además, puede medirse de tú a tú con el candidato del PP, José Ballesta. En su primera comparecencia pública el recién estrenado candidato ya nos ha adelantado los tres pilares sobre los que ha de asentarse su proyecto para la ciudad: «La honradez y la trasparencia, el trabajo y el entusiasmo y las convicciones». Se trata, sin duda, de una loable declaración de intenciones que, lamentablemente, aunque suene bien y aunque se le pueda dar credibilidad, no arrancará un voto más de lo que hubieran arrancado otras declaraciones de su antecesor, porque el problema no está en el personaje candidato a la alcaldía, el problema está en el partido al que representa.

Después del resultado de las elecciones de Andalucía, veremos seguramente a un PSOE eufórico, convencido de que el hundimiento total que se le pronostica no tendrá lugar, convencido de que, como un ave Fénix, ha resurgido de sus cenizas y de que va a ganar todo lo que se le ponga por delante, municipales, autonómicas y legislativas. Pero esa euforia, que tal vez sea sincera, se basa en un espejismo, en una mala contabilidad, porque, contra lo que nos quieran contar, el PSOE ha ganado las elecciones en Andalucía, pero no ha ganado votos sino que los ha perdido respecto a la convocatoria anterior, lo que pasa es que el PP ha perdido muchos más.

Ha ocurrido en Andalucía lo mismo que ocurrió en las anteriores legislativas, pero a la inversa; entonces, más que ganar el PP, perdió el PSOE, ahora más que ganar el PSOE pierde el PP. En resumen, los dos pierden y los únicos que ganan son dos partidos nuevos, Podemos y Ciudadanos, que han empezado a comerle el terreno a los dos partidos tradicionales y quienes no quieran hacer esta lectura es que andan tan desorientados como antes de las elecciones.

Que este inicio del cambio político haya ocurrido en una tierra tan llena de contraste social, con la fuerza de una derecha representada por el señoritismo y una izquierda dividida entre el obrerismo puro y un PSOE transformado en partido nacionalista, andalucista, puede ser sintomático para que más allá de Andalucía algunos vayan poniendo sus barbas a remojar.