Se levantó sonriente y esperanzada. Se duchó, se miró al espejo y se maquilló con suavidad y precisión. Ésa que hacía que muchas amigas le tuvieran envidia por saber arreglarse sin que pareciera que fuera maquillada. Se puso su vestido de la suerte y llegó a la entrevista, con confianza. Era el puesto que quería y se lo iban a dar. Le dijeron que encajaba en el empleo, tenía la experiencia necesaria y también la formación. Iban a ser 900 euros. María contuvo la respiración mientras sentía cómo se le caía el mundo a los pies. No dudó en responder. «Disculpe, pero creo con que 900 euros no puedo trabajar». Quien iba a ser su jefe se indignó «¿Pero no se da cuenta de la oportunidad que le estoy dando». «Lo sé. Veo en las fotos de su mesa que también tiene una hija. ¿Usted cree que podría ofrecer una vida digna a su familia con el sueldo que me ofrece?». Cuando llegó a casa quiso tirar el vestido ´de la suerte´, pero pensó que no. Que ése sería el vestido del inicio de su dignidad. Miró a su hija y le dijo «creo que es el momento de que pongamos en práctica nuestro nivel de inglés».