Si hay algo que quieren los que se consideran los dueños de la vida es que la gente nos acostumbremos a lo que ellos desean, como pueda ser la pobreza, la miseria, el acatamiento de su orden establecido, el cumplimiento de su (in)moralidad. Para estos dueños de la vida acostumbrarse es sinónimo de resignación, de sumisión, de acatamiento, de obediencia. Estos dueños son los que tienen el poder económico, militar, social, político y religioso. Desean a que nos acostumbremos a lo que hay y lo que no hay, ellos ponen las normas legales y las sociales, ellos dicen que nos tenemos que acostumbrar al cómo tenemos que vivir y hasta morir, a lo que podemos aspirar y alcanzar, lo que podemos desear y esperar.

Por eso hay muchas cosas a las que no me quiero acostumbrar y lo voy a expresar desde el nosotros, porque hay gente que compartimos esta rebeldía.

No nos queremos acostumbrar al sufrimiento y dolor humano por causa de gente que ha diseñado políticas económicas y sociales basadas en la desigualdad social, porque creo que cada vida es única, que merece ser vivida en condiciones dignas.

No nos queremos acostumbrar a no tener esperanza, ilusión, alegría y fe en un futuro mejor porque nos digan que no es posible otra sociedad y que las luchas no sirven para nada, porque creo que tenemos el derecho a construir un horizonte lleno de vida y humanidad, porque es posible una sociedad justa, llena de bondad y ternura.

No nos queremos acostumbrar a votar cada cuatro años y una vez elegidos hacer lo contrario de lo prometido en el programa electoral. No me quiero acostumbrar a una democracia basada en la mentira, la manipulación y el miedo, porque creemos en la libertad, en la ciudadanía que es capaz de expresar lo que necesita para vivir y construir ese proyecto que haga realidad el bienestar de todos sin exclusión alguna, sin dejar nadie detrás o en las periferias.

No nos queremos acostumbrar a escuchar cifras como que cada día mueren 100.000 personas de hambre en el mundo, de las cuales 50.000 son niños, o que en España hay un 27% de personas en el umbral de la pobreza y en Murcia 500.000 o que hay tres millones de niños con desnutrición en nuestro país. Detrás de cada número hay una persona, hay un rostro, hay una vida con su biografía, sobre todo vidas que tienen que vivir, que tienen el derecho sagrado a vivir y vivir bien, porque la vida se tiene que hacer vida, no es ninguna redundancia, porque el trabajo digno, la tierra y la vivienda, la educación, la salud, la cultura son derechos fundamentales e irrenunciables.

No nos queremos acostumbrar a no tener libertad o una libertad condicionada por el dinero, el qué dirán o pensarán. No nos queremos acostumbrar a que me digan si el uso del preservativo es pecado o no, porque queremos que todas las personas puedan ejercer su existencia con libertad, sin presiones, sin amenazas. Que la gente pueda vivir con normalidad su orientación sexual, pueda expresar su opinión, pueda luchar por la justicia, la libertad sin que suponga represión de ningún tipo.

No nos queremos acostumbrar a vivir con los ojos puestos en el suelo, sin saber dónde vamos porque nos conducen y o porque no tengamos motivaciones o fuerza para luchar por nuestro futuro, porque tenemos el derecho a darle el sentido a nuestras vidas que deseamos, porque podamos levantar la vista y mirar la existencia, podamos trabajar por una tierra nueva, por un cielo nuevo.

No nos queremos acostumbrar a creer que existen vidas sobrantes, o personas que son nuestros enemigos o competidores, porque cada vida es necesaria y cada uno de nosotros nos podemos interrelacionar desde el respeto, el cariño, la aceptación y la comprensión, porque vivimos para aportar lo mejor de nosotros mismos, para aprender los unos de los otros.

No nos queremos acostumbrar a ver cómo sigue desahuciando a las familias las entidades financieras con leyes aprobadas por políticos cómplices. No nos queremos acostumbrar a ver a una madre con su hijo de dos meses rodeados de antidisturbios a las seis de la mañana, porque la vivienda es un derecho, un espacio inviolable, un hogar.

Por todo esto, no me quiero acostumbrar a no pensar, a no sentir, a no mirar la realidad y evadirme, porque la vida nos pertenece, sí, nos pertenece a cada uno de nosotros y nosotras y porque no quiero acostumbrarme a esto y queremos aportar nuestro pequeño grano de arena en hacer este mundo habitable y que nuestros sueños se hagan realidad, vamos a luchar desde la desobediencia civil no violenta para que recuperar la utopía, hacer de esa utopía esperanza y convertir esa esperanza en un compromiso por seguir en la senda de la liberación.