En el vídeo promocional con el que el pepé ha arrancado el año que nos espera y en el que sus caras más reconocibles departen tomando tan ricamente café, el sin par Carlos Floriano desliza desde un confortable sofá que «a lo mejor nos ha faltado un poco de piel a cada cifra que estamos obteniendo». Vamos, que por lo que apuesta el director de campaña es por darle piel y sensibilidad a lo que existe detrás de la mera estadística. No sé si seré capaz de perdonármelo, pero le he hecho caso a Floriano y, mientras por un lado escuchaba al mismísimo presidente del Gobierno vanagloriarse desde su escaño de las cifras de empleo que estaban a punto de darse a conocer, por otro me dispuse a ver el documental En tierra extraña, rodado el año pasado por Icíar Bollaín en Edimburgo alrededor de las peripecias encarnadas por la legión de españolitos que a día de hoy siguen extraviados. Les animo a que se enfrenten al spot y a la peli de un tirón, aunque para ello es conveniente hacerlo acompañado de una botella de buen güisqui escocés. Repleta mejor.

En el primero se oye que «siempre ha sido duro ejercer la política, lo que pasa es que ahora es mucho más difícil», articulado por el último que puedan imaginarse. Es en efecto González Pons quien asegura que «cuando una familia lo está pasando mal, la exigencia hacia nosotros aumenta espectacularmente», lo que da pie a que Rajoy diga que «ahí habremos de esforzarnos» tras admitir que tuvieron que hacer cosas «distintas» a las que prometieron. De la pieza de Bollaín solo quiero comentar que ni los protagonistas ni sus familias creo que se encuentren en condiciones de sentarse, aunque sea en el suelo, a ver el vídeo de quienes gobiernan aquí. Éstos saben igualmente dónde está la realidad y dónde la ficción. Por eso con el cine también se desviven.